La estrategia de Lula para hacer campaña desde la cárcel por la presidencia de Brasil
Mientras el exmandatario cumple su condena y prepara una apelación ante el Tribunal Supremo, el Partido de los Trabajadores intenta mantener vigente su carrera al poder.
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El calendario avanza lentamente para el expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien desde abril cumple una condena de doce años y un mes de cárcel por corrupción y lavado de activos. Pero su encierro no ha socavado sus intenciones de competir en las elecciones presidenciales del 7 de octubre: el histórico líder del Partido de los Trabajadores (PT) delinea estrategias para mantenerse vigente en el electorado, seguir sumando adeptos, y, al mismo tiempo, convertir su proceso judicial en el centro de la campaña.
Desde la prisión de la Policía Federal en Curitiba, Lula lanzará el domingo su precandidatura, con eventos en los 3 mil municipios del país donde el PT tiene presencia. En los meses siguientes, el partido difundirá videos que el exjefe de Estado grabó antes de ser arrestado.
Pese a su presidio, el exlíder sindical aún lidera las encuestas. El más reciente sondeo de Datafolha, realizado cuando Lula ya estaba recluido, le da 31% de la intención de voto, frente a un 15% de su rival más cercano, el exmilitar de extrema derecha, Jair Bolsonaro.
“Libre o preso, él será electo presidente de Brasil”, aseguró su hija política y exmandataria, Dilma Rousseff, en un evento en Buenos Aires a principios de mes.
En entrevista con DF, el analista político y profesor de la Universidad Paulista, Gustavo Segré, manifestó que “Lula busca mantenerse activo entre los militantes y en lo judicial, para mantener viva la llama”.
Pese a que su condena en segunda instancia lo deja legalmente fuera de la competencia electoral -en base a la ley de “Ficha Limpia” que él mismo promulgó-, el exmandatario mantiene la “esperanza de que con un recurso de amparo, la Corte Suprema dé marcha atrás a la sentencia”, explicó Segré.
Por ahora, el PT tiene hasta el 15 de agosto para presentar formalmente la candidatura que seguramente será impugnada por el Ministerio Público, tras lo cual corresponderá al Supremo Tribunal Electoral decidir si se mantiene o no. “El problema es que el STE puede demorar en eso. Si llega el 7 de octubre con Lula candidato, y gana, y luego el STE cancela la candidatura, se perderán esos votos. Así, una persona con apenas 28% de la preferencia electoral podría ganar la presidencia. Es un riesgo muy grande”, detalló el analista.
Carrera por Planalto
Mientras el tiempo avanza, la carrera por el Palacio de Planalto sigue sin rumbo. En las últimas semanas, la contienda ha perdido rápidamente competidores, dejando espacio sólo para aquellos capaces de ganar un proceso marcado por el descontento de los brasileños ante la corrupción, ampliamente propagada en su sistema político.
Para Segré, el panorama apunta a que terminarán corriendo Bolsonaro, Ciro Gómes –de centro-izquierda– y Marina Silva, excandidata presidencial y exministra de Medio Ambiente. Sin embargo, a su juicio, ésta última “difícilmente va a conseguir repuntar con tan poco tiempo por delante”.
“El resto de los candidatos están bastante mal. Creo que el exgobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, no va a llegar porque no tiene simpatía popular. Lo mismo con el exministro de Hacienda de Michel Temer, Enrique Meirelles, a pesar de que podría ser un buen candidato”, sentenció el profesor.
Huelga de camioneros remece al país
Brasil vivió escenas caóticas en supermercados, bencineras y aeropuertos, en el cuarto día de la huelga de camioneros que además ha llevado a que Petrobras perdiera en sólo un día más de 50 mil millones de reales (US$ 12.400 millones) en valor de mercado y su lugar como la firma más valiosa de la bolsa local. Los manifestantes rechazan los altos precios de los combustibles y, aunque la petrolera decidió vender el diésel un 10% más barato, no logró levantar la huelga. Las pérdidas rondan los US$ 96 millones. En tanto, cadenas de supermercados -como Carrefour- comienzan a limitar las ventas, ante la posibilidad del desabastecimiento, mientras las automotrices detuvieron su producción. Incluso, un restaurante McDonald's en Río se quedó sin pan para hamburguesas.