El legado de Gerardo Larraín Kimber, uno de los artífices del boom inmobiliario en Chile
El empresario, quien falleció el jueves, fue una de las voces autorizadas en el negocio de grandes desarrollos residenciales.
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Partió en el negocio en España, con menos de 20 años. Comenzó remodelando propiedades para luego venderlas. Tuvo la “suerte” de que los barrios que eligió a poco andar se pusieron muy de moda. Luego regresó a Chile y se asoció con compañías como Euroamerica para el desarrollo de grandes proyectos inmobiliarios en el sector oriente de Santiago.
Gerardo Larraín Kimber es considerado como uno de los artífices del boom inmobiliario en Chile.
El empresario falleció el pasado jueves a los 65 años de edad, tras no poder superar una dura enfermedad.
Director de varias empresas, fue una de las voces autorizadas de la industria del cemento y el ladrillo en el país. Junto a su hermano Paulo, lanzó P&G Larraín en 1982, concretando en todo este tiempo las transacciones de las mejores propiedades nacionales.
Ambos fueron los sucesores de la oficina de propiedades iniciada en el año 1952 por su padre, Gerardo Larraín Valdés.
A principios de los años 70 se fueron a vivir a España, donde su padre tenía una inmobiliaria con otros socios chilenos. Cada uno de los hermanos se inició en el negocio por separado, en Madrid, donde cursaron sus estudios. Gerardo de ingeniero comercial y abogado, y Paulo de economía y márketing.
“Los dos (hermanos) vivimos desde chicos el mundo inmobiliario con la firma de mi papá. De él aprendimos a relacionarnos con los clientes, a tener un trato determinado, una actitud, una disposición. Son cosas que vas adquiriendo por osmosis. Luego aprendimos la base del negocio, cómo funcionan la parte económica y las transacciones”, dijo Gerardo en una entrevista en la Revista ED en 2016.
En aquella ocasión, los hermanos revelaron la clave de su éxito: saber descubrir las oportunidades en las crisis, pero sobre todo trabajar mucho.
Gracias a su expertise, han liderado diversos proyectos inmobiliarios en la zona metropolitana y Zapallar.
Hasta sus últimas horas, Gerardo estuvo preocupado de sus inversiones (leyendo escrituras de compraventa), las cuales desarrollaba junto a su hijo Gerardo. “Padre e hijo trabajaban mano a mano; en el 95% de las reuniones estaban ambos. Se veían todos los días, era una relación muy cercana”, dice un conocido.
Cercanos al empresario destacan su calidad humana y buen ojo para concretar negocios. De muchos amigos, algunos de sus más cercanos fueron Alfonso Swett padre y Guillermo Carey.
“Era una persona que tenía características humanas extraordinarias, muy cálido y amable, además de muy inteligente y lúcido”, destaca uno de los consultados.
“Era de las personas que, en una reunión, ordenaba una discusión y simplificaba todo de una manera muy inteligente y hábil”, añade.
Repecto a los negocios, varios consultados coinciden: era capaz de detectar oportunidades como nadie.
Una de las grandes apuestas del empresario fue la iniciativa de segunda vivienda Marbella -en la que comparte propiedad con los Lería, Swett y Moller, entre otros-, y de la que P&G Larraín participa desde sus inicios, pues fue la corredora de propiedades del complejo; luego ingresaron a la propiedad.
El clan Larraín Kimber también participa en la propiedad de otros desarrollos, como Mirador de Portezuelo, en Cerro Alvarado, y en sociedad con los Luksic y Lería desarrollaron Fundo Zapallar.
Entre varios terrenos en el sector oriente de Santiago, logró hacerse de unas 100 hectáreas urbanas en La Reina para un futuro proyecto.
“Fue un gran tenedor de tierras gracias a su visión de realizar proyectos a largo plazo”, explica un cercano.