Por Claudia Betancourt Muñoz
El senador Hernán Larraín (UDI) es un activo integrante, junto a un grupo de empresarios, políticos e intelectuales, de los encuentros “Chileno-Peruano, Pensando el Futuro”. El lunes pasado, acompañado de el ex ministro de Economía, Carlos Ominami, fue hasta la Cancillería para entregar al ministro Alfredo Moreno, las conclusiones de la “Declaración de Arica y Tacna”, la denominada “agenda de futuro” como la define el mismo Larraín.
- El gobierno habla de la solidez de los argumentos, ¿en qué se basan esos argumentos?
- Toda esta situación que se ha producido con Perú, creo que es un efecto de amnesia por parte de ese país, que ha olvidado e ignorado parte de hechos jurídicos muy sólidos. Declaraciones unilaterales que tanto Chile como Perú hicieron simultáneamente en el año 47, como la primera afirmación de ambos países de declarar las 200 millas marinas adyacentes como zona económica exclusiva, que fueron acompañados en esa oportunidad por Perú en una declaración que reconocía que el paralelo era el limite marítimo que separaba las aguas territoriales de ambos países. El año 52, Perú en forma explícita, reconoce no sólo las zonas exclusivas, sino que se incorpora el paralelo como la zona de delimitación marítima en un acuerdo y ratificado por ambos países. Por lo tanto, adquiere una formalidad jurídica que en el derecho internacional se reconoce como tratado, documento que fue ratificado dos años después en un acuerdo complementario del 54.
- ¿Qué interpretación realiza sobre las 200 millas a propósito de la consulta del juez marroquí?
- La pregunta es pertinente. Desde el punto de vista del derecho internacional, efectivamente las 200 millas marinas como zona exclusiva no estaban reconocidas en ese ámbito, fue reconocido después. Sin embargo, el derecho internacional se va perfeccionando muchas veces no sobre la base de acuerdos multilaterales, sino que también por las fuentes originarias del derecho internacional que son los usos consetudinarios y los acuerdos entre las partes. Los tratados del 52 y 54 no sólo establecieron las 200 millas sino que el paralelo como la zona que delimitaba Chile de Perú y Perú de Ecuador, criterio que se repitió entre Ecuador y Colombia y entre Colombia y Panamá, lo cual refleja que no estamos frente a un acto de voluntad sino de un acto jurídico. La respuesta de hoy (ayer) de uno de los abogados de Perú es completamente consistente y coherente con el derecho internacional.
- Se esperaba que el cierre de los alegatos peruanos fueran más duros...
- Lo que ha ocurrido hoy (ayer) nos deja más tranquilos. Había expectativas y la verdad lo que ha ocurrido por el contrario, nos deja más tranquilos después de la presentación de los abogados peruanos.
- Los abogados peruanos señalan que la Declaración de Santiago es un Tratado, pero no define límites...
- Eso es lo que afirmaron y por lo tanto, deja a Perú en una posición contradictoria, en consecuencia, la posición de Chile sale fortalecida y con mayor tranquilidad presentaremos nuestros alegatos finales.
- ¿Comparte las expresiones de Carlos Ominami respecto de que un fallo favorable a Chile en un 100% nos amplía el conflicto con Perú 20 años más?
- No lo comparto en absoluto. Lo que se establezca será un fallo que tendrá que ser acatado sea quien sea el favorecido. Ahora, va a generar una tensión inevitable que esperamos dure poco, y que debemos procurar superarla con una mayor integración para pensar que es el futuro que nos une y no el pasado. La posición chilena no hace más que confirmar lo que ha sido la realidad práctica entre ambos países durante los últimos 60 años. Perú no tendría que sorprenderse de lo que ellos han aceptado sin quejas durante décadas. Si no hubiese sido el límite marítimo real, ¿por qué la Armada peruana ha considerado siempre el paralelo y nunca una delimitación distinta?
- Pese a las muestras de unidad que se han manifestado en torno a los alegatos ¿confía que se mantendrá ese “fair play” cuando se conozca el fallo en plena campaña presidencial?
- La experiencia del fallo del diferendo de Colombia y Nicaragua nos enseña que las consecuencias políticas pueden generar efectos impredecibles. En eso hay que ser realistas. Sin embargo, más allá de esa situación y de lo predecible de la reacción de los sectores más nacionalistas de ambos países, el fallo será acatado y respetado y cualquier opinión de lo que se hizo y lo que no, como buscando responsabilidades, no va a dejar de ser algo para la historia, no debiera significar un problema a las relaciones.