Ottone: “La izquierda moderada, reformadora y republicana se contrajo muy fuerte en Chile”
El exasesor de Ricardo Lagos señala que “se produjo un fin de ciclo para los sectores que lideraron la transición”.
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El sociólogo y doctor en Ciencias Políticas Ernesto Ottone –exasesor del gobierno de Ricardo Lagos– dice que la primera vuelta dejó tres novedades políticas. “Dos importantes y una menos relevante”, arranca en su oficina de la Universidad Diego Portales en calle Ejército. Para el académico que sigue de cerca la actualidad política, “la menos significativa es que estando en excelentes condiciones, con una centroizquierda dividida, Sebastián Piñera no logró amarrar un triunfo que parecía muy claro”.
- ¿A qué se debió?
- A que él no es buen candidato y a una gran desconfianza de la gente en la derecha hacia su figura y hacia un eventual gobierno suyo.
- ¿Y las dos novedades importantes del cuadro político entre primera y segunda vuelta?
- Lo significativo son dos cosas. Primero, la constitución de una izquierda radical, alternativa, que no es necesariamente una ultraizquierda clásica, revolucionaria. Es una fuerza compuesta por elementos diferentes: revolucionarismo nostálgico, sectores temáticos –como los verdes y el Partido Pirata, cosas de ese tipo– y grupos como Revolución Democrática y el Movimiento Autonomista –con mayores perspectivas hegemónicas– que están en una línea similar del Podemos español. Están más cerca de un neopopulismo al estilo de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe.
- ¿Neopopulismo?
- Cuando digo neopopulismo no lo estoy diciendo en un sentido peyorativo, porque así definen su pensamiento Laclau y Mouffe, que plantean esta división entre pueblo como un todo y la casta. Un nuevo sujeto político que ya no es la clase obrera, el proletariado. Ya no es la revolución en un sentido clásico socialista, sino una suerte de relación entre el liderazgo neopopulista y la masa popular en un sentido menos institucionalizado. Pero el asunto es que el Frente Amplio se constituye, saca una votación relativamente grande con su candidata presidencial, que casi alcanza al candidato del oficialismo y, en lo más orgánico, logra una implantación territorial.
- ¿Qué tan profundo es el fenómeno?
- No sabemos cuán profundo es el fenómeno del Frente Amplio, eso lo va a decir el futuro. Pero ellos tienen la ambición de llegar al poder, de ganar las elecciones y de reemplazar a la centroizquierda clásica a la cual critican mucho.
- ¿Cómo llegó hasta este punto la centroizquierda clásica?
- Esa es justamente la tercera novedad: dentro de la centroizquierda se produjo un fin de ciclo para los sectores que lideraron la transición democrática.
- ¿En qué se manifiesta?
- En que el candidato Alejandro Guillier trata de mostrar una cierta discontinuidad con eso y privilegia una continuidad con Bachelet. Una parte de los postulantes al Congreso que perdieron o bajaron su votación –la talentosa excepción sería José Miguel Insulza– eran parte de ese mundo que lideró los primeros años de la democracia. Andrés Zaldívar, Camilo Escalona…Cae la centroizquierda constituida en su núcleo central por socialistas, PPD y democratacristianos pero, dentro de ella, en general tiende a irles mejor a los que tienen una posición menos apegada a una valoración de la transición democrática y que le declaran un cierto amor no correspondido al Frente Amplio.
- ¿Qué significado tiene?
- Que la izquierda moderada, reformadora y republicana se contrajo muy fuertemente en Chile. Y creo que eso mismo pasa con el socialcristianismo. A quienes les va bien no es a la candidata Carolina Goic, sino a un sector socialcristiano de izquierda con menor tradición cultural dentro del partido y a figuras ligadas al actual gobierno. La caída de este sector de centroizquierda reformadora es muy fuerte.
- Cuando habla del fin de un ciclo, ¿se refiere también a lo generacional?
- También, en parte, pero significa a su vez que es el sector que más paga esta distancia entre ciudadanía y sistema político.
- ¿El que más paga los platos rotos de esta crisis de la confianza?
- Es el sector que más paga y, probablemente, porque es el que juega un rol más central en la transición democrática. Toda la crítica a un cierto estilo o forma de hacer política, este sector la absorbe, algo injustamente quizá. Absorbe toda la crítica hacia un cierto estilo de hacer política. A ciertos procedimientos clientelistas, por cierto. Pero como el terreno está polarizado, también se desprestigian los acuerdos, los avances en la medida de lo posible, el caminar pausado.
- ¿Por qué dejaron de verse las luces y se observan solo las sombras de la transición?
- Estuve ahora en Buenos Aires y la gente te lo pregunta. ¿Por qué si a Chile le ha ido bien opta por ese camino reformador? Curiosamente, es desde la misma centroizquierda desde donde se construyó la crítica más fuerte al camino recorrido.
- ¿Qué papel le asigna al gobierno y a la Presidenta en este proceso que describe?
- Creo que la coalición política y el gobierno jugaron un papel importante a través de un espíritu fundacionalista y de ruptura. De subrayar: “Ahora sí, este cambio es estructural”, como si los otros cambios no hubieran sido estructurales. Todos esos elementos van conformando una cierta cultura, un cierto aire político. Los actos del gobierno –que sin duda también ha tenido aciertos– muestran una tendencia hacia esta idea de correr las cercas, cueste lo que cueste. Y yo creo que está costando mucho.
Espíritu reformador
- ¿La centroizquierda necesita renovarse?
- Sin duda. Mi visión no es que haya que seguir planteando lo mismo que se hizo. Hay que hacer nuevas reformas, nuevos cambios. Se deben repensar cosas básicas, pero defender la necesidad de hacer las reformas sin provocar polarización. Esa es la visión mía, aunque no esté a la moda ni sea lo que está en el aire. Ahora bien: pienso que llegará un momento en donde se revise toda la transición democrática con otros ojos y el pensamiento reformista, aunque esté en un momento de capa caída, seguirá teniendo presencia cuando se discutan mañana, en concreto, las soluciones reales a los problemas.
- ¿Qué responsabilidad tiene la centroizquierda en el nacimiento del Frente Amplio?
- El Frente Amplio nace en parte por los límites de los logros de la modernidad normativa en la transición democrática y por la incapacidad de la centroizquierda de formular una visión equilibrada entre logros y carencias.
- ¿Cómo explica que el gobierno esté contento con el resultado electoral?
- Efectivamente, pareciera haber una cierta satisfacción con el buen resultado del Frente Amplio, pese a que a los partidos oficialistas les fue mal. El gobierno está entusiasmado. Y si ganara la elección Guillier con un discurso corrido hacia la izquierda, podría leerse como una gran reivindicación del camino que tomó La Moneda en estos últimos cuatro años, de avanzar a marcha forzada y de mirar el pasado como una especie de momento pusilánime.
- ¿Imagina usted algún porvenir para un modo moderado de hacer política para la centroizquierda?
- Me imagino una renovación muy fuerte del pensamiento reformador. Es decir, hay que repensar qué significa un espíritu reformador en el siglo XXI. Qué significa –como decía Gramsci- una reforma intelectual y moral frente a los nuevos desafíos. En el mundo, quienes más se acercan a esto y están dando una respuesta mayor son las izquierdas de los países nórdicos. También está el caso del Partido Socialista de Portugal, que ha logrado unir a un Partido Comunista y a un frente de izquierda, pero dándole una conducción moderada. Hay que mirar también la experiencia de Macron en Francia.
- ¿En el PS y el PPD hay materia prima para conducir un proceso de renovación de la socialdemocracia?
- Tengo grandes dudas que sea desde allí donde se puedan dar las cosas. Mucho va a pasar por nuevas generaciones que no están en los partidos. Tal como se conformó lo del Frente Amplio, se puede conformar quizás un espacio reformador joven desde lugares que no son los partidos tradicionales.
- En ocasiones pareciera que el PS y el PPD no terminan de entender que el Frente Amplio les quiere dar el Sorpasso.
- Están viviendo una ilusión de una suerte de fusión y creo que ese deseo tan querido por ellos encuentra un rechazo al otro lado. El Frente Amplio quiere la torta, no quiere un pedazo de la torta.