Federico Valdés, rector de la UDD: “De todas las reformas, la laboral será la más difícil de hacer pasar por el Congreso”
El ingeniero afirma que la legislación aprobada por el gobierno anterior está pensaba para favorecer a los sindicatos y exacerbar los conflictos. Sobre el déficit financiero de las universidades, dice que era previsible -“lo anticipamos públicamente”- y propone cambios.
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Federico Valdés Lafontaine es el rector de la Universidad del Desarrollo (UDD), pero también es empresario, estudió ingeniería civil industrial en la Universidad de Chile y fue presidente de ese club deportivo, logrando en su gestión tres campeonatos nacionales y una Copa Sudamericana. Por lo mismo, habla con conocimiento de causa de la ley de gratuidad, de las reformas que impulsa el gobierno, de economía y por supuesto del anhelado estadio de la “U”.
-¿Es de los pesimistas u optimistas respecto de la economía?
-A pesar del ambiente alicaído que muestran algunas encuestas de expectativas, las cifras objetivas dan cuenta de que la economía del país está pasando por un buen momento, recuperándose vigorosamente del letargo que predominó en los años anteriores. Los últimos indicadores dados a conocer reafirman que el crecimiento del PIB en 2018 habría alcanzado un 4%, lo cual más que duplica el resultado del año 2017, que mostró una expansión de solo 1,5%, apenas por encima del aumento de la población. Y en el caso de la inversión, factor importante para que el crecimiento sea sostenido en el tiempo, luego de varios años de caídas consecutivas, en 2018 la acumulación de capital se habría expandido más de 5%. Todo esto, en un contexto de gran incertidumbre de la economía mundial. Y en lo referido a 2019, las estimaciones del mercado apuntan a una tendencia similar, con una expansión que bordearía el 3,5%. El desafío es crear las condiciones para que estos resultados puedan ser sostenibles en el tiempo.
-¿Cómo ha visto el gobierno de Sebastián Piñera?
-En lo económico es indudable que este primer año de gobierno ha sido positivo. A las cifras objetivas de mejora en los niveles de actividad hay que agregar el esfuerzo por recuperar la disciplina fiscal, extraviada durante la administración anterior. No hay que olvidar que el año 2017 terminó con una disminución en la clasificación de riesgo del país, como consecuencia tanto de la laxitud fiscal como del menor crecimiento económico. Retomar el rumbo con un timón más firme es un activo importante del actual gobierno.
-¿Le gusta la reforma tributaria y la de pensiones?
-Son de gran importancia. En el ámbito tributario, la reforma de 2014 dejó un sistema más complejo, menos equitativo y con mayor incertidumbre para los contribuyentes, con un evidente impacto negativo en la inversión. El proyecto de modernización tributaria que fue enviado al Congreso se hace cargo de estos problemas, teniendo como eje central volver a un sistema plenamente integrado y simplificado para los emprendedores. En lo referido al tema previsional, la realidad de las bajas pensiones que está obteniendo la mayoría de los chilenos es el reflejo directo de que el ahorro realizado ha sido insuficiente, en un contexto en que las expectativas de vida están aumentando, en que la densidad de las cotizaciones es objetivamente baja y en que la rentabilidad de las inversiones ha venido cayendo. Los cambios que se proponen para el pilar solidario, la creación de un nuevo pilar para la clase media y el aumento gradual en la tasa de cotización en 4 puntos porcentuales, permitirán mejorar la situación de los actuales pensionados y un horizonte más favorable para quienes van a jubilar en el futuro.
-¿Pero es posible avanzar con este clima político de enfrentamiento?
-Este ambiente de enfrentamiento entre gobierno y oposición es malo para Chile. Si hay una lección que se puede aprender de nuestra experiencia en las últimas décadas es que los mejores resultados se alcanzaron cuando los gobernantes privilegiaron una actitud de diálogo, incorporando reformas a partir de lo que ya se había logrado construir, dejando de lado los ánimos refundacionales. El espíritu de retroexcavadora que prevaleció durante el gobierno anterior no solo arrojó malos resultados, sino que también produjo un rechazo en la ciudadanía.
-¿Entonces por qué recuperado el crecimiento la gente sigue sin sentir esa mejoría?
-Es curioso lo que ocurre con las expectativas de las personas, a pesar de los resultados objetivos que se observan en los distintos ámbitos. No deja de ser llamativo que más de un 60% de la población estime que su situación económica personal es razonablemente buena y que, al mismo tiempo, ese mismo porcentaje estime que la situación económica del país no se ve progresando. Eso es como decir, sí, yo estoy bien, pero el resto parece que no… Hay una percepción en el ambiente que no se condice con lo que sienten las personas individualmente. Dicho esto, no se puede desconocer también que uno de los mecanismos de transmisión más directos de una mejora en la situación económica son el empleo y las remuneraciones, y ambas variables, por razones tan diversas como puede ser la automatización, las rigideces laborales o el ciclo de recuperación de la economía, han reaccionado más lentamente de lo que se esperaba.
-¿Era previsible el déficit de las universidades?
-Lo primero que hay que decir es que este déficit no sorprende a nadie, porque hubo quienes anticipamos públicamente que aquí se iba a producir un problema financiero para las instituciones que entraran a la gratuidad. Y esto por una razón muy simple: hasta el año pasado las universidades se financiaban con recursos provenientes del Estado y también con un aporte de las familias. Pero la gratuidad parte de la base que es el Estado el que financie directamente a las instituciones eliminando o reduciendo significativamente el aporte de las familias. Eso no podía tener un resultado distinto que el que vemos hoy. Las instituciones que de buena fe entraron al sistema se van a encontrar con problemas financieros cada vez más grandes. Esto es muy grave, pero se sabía antes que la ley fuera implementada. Lo que no es razonable es que se le pide al Estado que resuelva el problema. No es razonable suponer que el Estado va a sacar la chequera para solucionar un problema de las instituciones que entraron a la gratuidad. No veo que este gobierno esté dispuesto a eso. Hay que buscar soluciones que no requieran que el Estado haga un aporte extraordinario.
-¿Por dónde pasa entonces la solución?
-Las soluciones van por la vía de deshacer algo de lo que se hizo. Lo primero es sacar ese límite, esa fijación de precios que se puso a los deciles siete, ocho y nueve, que antes contribuían en mayor medida al funcionamiento de las universidades, porque no hay que olvidar que los universitarios van a ser profesionales el día de mañana y van a tener posibilidades de pagar, sobre todo con el crédito que existe hoy que es contingente al ingreso, no pagan más del 10% de sus ingresos, y si tiene periodo de cesantía no paga. Por otro lado para evitar que esto se transforme en una pesadilla dejaría la gratuidad en el sexto decil, no la haría crecer, porque ahí sí que las universidades van a estar en una situación inmanejable.
-¿Qué expectativas tiene de la reforma laboral que elabora el gobierno?
-Me preocupa, porque creo que de todas las reformas será la más difícil de hacer pasar por el Congreso, y eso porque hay sectores importantes del Parlamento que mantienen una relación muy cercana con los sindicatos a los que no les va a gustar nada que tenga que ver con cambiar la legislación que el gobierno anterior aprobó. Sin embargo, creo que el gobierno tiene que hacer el mayor esfuerzo posible por darle a la legislación laboral características que permitan que el crecimiento impacte más en el empleo. La legislación que se aprobó en el gobierno anterior está pensaba para favorecer a los sindicatos, no al empleo. Está pensada para exacerbar los conflictos y no para conseguir un funcionamiento armonioso de las relaciones laborales. No hay que olvidar que se están produciendo cambios muy rápidos en temas de empleo, todo eso hace necesario que las relaciones entre empleadores y trabajadores sean lo más flexibles y eso no está consagrado en la legislación laboral actual. Sin embargo, no soy optimista del resultado de esto, porque hay muchos parlamentarios que sienten que no se pueden pelear con la dirigencia de la CUT.
Estadio para la U: "Hay una comprensible resistencia
a las barras de parte de los vecinos"
¿Por qué ha costado tanto hacer realidad el estadio para la U?
La construcción del estadio de la U es un desafío mayor desde dos puntos de vista: el emplazamiento y su financiamiento. El primer aspecto es crítico porque hoy resulta muy difícil conseguir que una comuna acepte albergar un estadio cuya actividad puede resultar molesta en ocasiones. Hay una comprensible resistencia a las barras de parte de los vecinos y las autoridades municipales dependen de los votos de esos electores, por lo que será muy difícil conseguir un emplazamiento adecuado para un estadio que debería tener una capacidad de, al menos, 40.000 espectadores. A esto se suma el costo de la inversión, que aún con estándares austeros será de más de US$50 millones. Ese financiamiento debe ser abordado en forma independiente de la operación del equipo, porque se requerirán recursos frescos, más allá de los que puede generar el funcionamiento normal de la SA.