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Políticas para el crecimiento económico: El camino hacia el Chile que soñamos

"Debemos avanzar a través de consensos basados en criterios técnicos, a fin de dar estabilidad a la economía. La evidencia es contundente en señalar que de otra forma se genera incertidumbre y desconfianza, frenando la inversión y el crecimiento", sostiene el economista Jefe Bci, Sergio Lehmann.

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La evidencia internacional muestra que los países tienden a caer en una suerte de estancamiento, provocado por tensiones sociales y/o políticas que surgen tras alcanzar un ingreso per cápita en torno a los US$ 15.000 a US$ 20.000. En ese punto se satisfacen de buena forma las necesidades básicas y sociales de la población, y comienzan a surgir con fuerza nuevas y legítimas demandas, que apuntan hacia una mejor educación, salud de alta calidad, nuevos parques, cultura, espacios sociales.

Es fácil, bajo ese contexto, caer en la redefinición de orientaciones económicas, que muchas veces son resultado de la improvisación o focos errados, frenando el desarrollo.

Tomando cifras desde 1960 a la fecha, se advierte que tan sólo el 25% de los países con ingreso medio ha dado el salto definitivo al desarrollo. Destacan, entre ellos, los países bálticos y Finlandia, en Europa, Corea del Sur e Israel. En estas naciones se reconocen algunos factores comunes: se ha sostenido la competitividad, manteniendo la flexibilidad en los mercados laboral y cambiario; se han adoptado políticas de fomento a la inversión en capital humano e innovación; se ha focalizado la energía en la búsqueda de consensos en materia social y política, y se ha mantenido una estrecha sincronización entre la política fiscal y la política monetaria.

Hace ya un buen rato que la economía chilena se encuentra entrampada, sin encontrar una salida a su bajo crecimiento, y el país está al debe en varios de los aspectos antes señalados, aunque se reconoce un buen marco de políticas y una institucionalidad sólida.

Bajo este marco, a propósito de las próximas elecciones presidenciales y las definiciones programáticas que prontamente deberían darse a conocer, es clave identificar algunas medidas y señales que parecen urgentes.

En primer término, es importante simplificar el marco tributario, altamente complejo, al tiempo que se introducen incentivos pro inversión para pequeñas y medianas empresas.

Al mismo tiempo, debe incorporarse una mayor flexibilidad a la actual legislación laboral, en línea con lo que estamos observando en países tan diversos como Brasil y Francia, que ven en esto un factor fundamental para recuperar su competitividad.

Junto con ello, deberían potenciarse incentivos para la capacitación, de forma tal de elevar la productividad, hoy día prácticamente estancada.

En esa misma dirección, es urgente generar una institucionalidad que permita coordinar esfuerzos de empresas, universidades y gobierno, con el objetivo de aumentar la inversión en investigación y desarrollo. Hace rato que se plantea que la innovación es esencial para el país y un foco prioritario en las políticas, pero los canales para potenciarla aún son muy pobres.

En cuanto a educación, los recursos deben orientarse a elevar la calidad y fortalecer la formación preescolar y cuidado infantil, fundamental en el desarrollo de un niño. Eso garantiza un camino bien dirigido hacia el progreso económico y social. Continuar elevando la proporción de jóvenes con gratuidad en educación superior no sólo es técnicamente errado, sino que moralmente cuestionable. Financiar a futuros profesionales que dispondrán de altos recursos es, bajo cualquier prisma, regresivo desde el punto de vista de la distribución del ingreso. Y, como bien sabemos, éste es un desafío fundamental que debemos abordar.

Es importante hacer ver que debemos avanzar a través de consensos basados en criterios técnicos, a fin de dar estabilidad a la economía. La evidencia es contundente en señalar que de otra forma se genera incertidumbre y desconfianza, frenando la inversión y el crecimiento.

Al mismo tiempo, se deben resguardar con especial celo los equilibrios fiscales, un activo que ha sido clave para Chile en las últimas décadas. Eso obliga a plantear la convergencia hacia un equilibrio en el balance fiscal estructural lo más rápido posible, como eje central de las políticas. Esto fortalece las expectativas y permite acceder a financiamiento de bajo costo, esencial para crecer a paso firme y sostenido.

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