Hacia una nueva economía: los cambios que impulsa la generación millennial
“Hay bastante lectura respecto a los atributos y defectos de los millennials, pero los desafíos que están impulsando en la sociedad a nivel global pueden ser los más importantes desde la creación de Internet”, sostiene Francisca Pérez, economista senior del Bci.
BCI
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Hace más de 15 años, con la compra de bienes a través de Internet –experiencia que Amazon llevó a otro nivel y que hoy continúa haciéndolo–, comenzó a gestarse una transformación en la forma de hacer negocios a nivel mundial. A las compras online, siguió después el cambio en la industria de la música que, aunque se resistió en un comienzo, luego tuvo que adaptarse ante la fuerte presión y las significativas transformaciones digitales.
En los últimos años, hemos observado también el surgimiento de empresas como Uber y Airbnb que han provocado una disrupción en la manera de hacer negocios en sus respectivos sectores, y generado el rechazo de los agentes "antiguos", que las acusa de competencia desleal y de no enmarcarse dentro de la ley de cada país.
A lo anterior se suma la irrupción de nuevas formas de pagos a través de la creación de nuevas monedas "universales" –como el Bitcoin y el Ethereum– que disminuyen las transacciones y, por lo tanto, el costo de transacción. Incluso, últimamente se ha creado una aplicación que permite que cualquier persona del mundo pueda prestar y pedir prestado dinero. Innovaciones que se "saltan" las jurisprudencias de los países y que aumentan los desafíos para la industria financiera global.
Este tipo de nuevas empresas lleva a una disyuntiva aún más importante: la forma de hacer negocios cambió y también la manera en que los actuales nuevos consumidores, los llamados millennials, quieren que se realicen las transacciones. Volver atrás ya no es una opción.
Hay bastante lectura respecto a los atributos y defectos de los millennials como generación, pero los cambios y desafíos que están impulsando en la sociedad a nivel global pueden ser los más importantes desde la creación de Internet, una verdadera revolución digital.
Ante esto, Chile tiene una oportunidad única de subirse al carro de la innovación y transformación digital, herramientas que, junto con una mayor inclusión equitativa de la mujer en el mercado del trabajo, son esenciales para llevar al país al siguiente nivel, hacia el desarrollo.
A través de la innovación constante, de la inversión en transformación y en tecnologías de última generación, y de la adaptación flexible a los cambios, se puede mejorar de manera efectiva la productividad de las empresas sin que eso signifique, necesariamente, una reducción en los gastos. Según datos del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales (Clapes UC), durante el primer trimestre de 2017 la productividad mostró su mayor caída en casi nueve años. Y el aumento de la productividad del país es un ingrediente clave para mejorar los magros números de PIB tendencial y potencial que entregó el Banco Central en su último Informe de Política Monetaria.
Para esto necesitamos que las empresas sean más flexibles, lo cual implica un mercado laboral más adaptable a los cambios, situación que la actual reforma no entrega muchos espacios. Necesitamos una educación de calidad y una transformación en la planilla educacional para que se haga cargo de estos nuevos desafíos y lleve a nuestros estudiantes a buscar la siguiente frontera en innovación. Es necesaria una modernización profunda del Estado, que continúe entregando una fuerte institucionalidad pero que también se ocupe de impulsar la innovación a través de todo el país, que disminuya su burocracia y genere leyes que se adapten a las nuevas tecnologías y que protejan a las partes involucradas.
Los vientos de cambios que se asoman pueden ser disruptivos en una economía, pero muy beneficiosos para Chile en el largo plazo si se aprovechan y adaptan a la realidad nacional de manera eficiente y rápida. Siempre los primeros en desarrollar y adoptar los nuevos cambios son quienes obtienen los mayores beneficios. No nos quedemos atrás, y abracemos la transformación digital como nuestro "caballito de batalla".