Promesas
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Con la elección presidencial resuelta en Estados Unidos y Donald Trump reconocido como el nuevo residente de la Casa Blanca por segunda vez no consecutiva, se han desatado los debates sobre los efectos que las futuras decisiones del nuevo mandatario tendrán sobre el comercio mundial, dadas las conocidas promesas del republicano de impulsar una política proteccionista. La guerra comercial no solo se reactivará entre las potencias exportadoras del mundo, sino que además podría profundizarse y generar efectos colaterales en economías más pequeñas como la nuestra.
El peso político internacional de Chile es modesto, pero cuenta con condiciones estratégicas que debe saber aprovechar.
La contienda electoral del martes resultó mucho más nítida y contundente de lo que las encuestas y los expertos auguraban. Los votantes de la principal potencia global se volcaron hacia el candidato que ofrecía dos conceptos concretos: reimpulsar el crecimiento, asegurando la protección de los empleos y los negocios, y combatir la migración ilegal para ofrecer mayores niveles de seguridad a los ciudadanos. La fórmula que se impuso no es distinta de lo que se demanda en la mayor parte del mundo y dio cuenta de que, al menos, en EEUU fue menos relevante que Harris fuera mujer y afro-indo descendiente, que el hecho de que su discurso y propuestas no atacaran de manera clara el empleo y la seguridad, el corazón de la inquietud del electorado.
Pero el análisis político debe necesariamente ir acompañado de las complejidades que el excesivo proteccionismo puede causar en medio de serias tensiones geopolíticas que tendrán a EEUU intentando salir del campo multilateral para volcarse puertas adentro. China representa el 15% de las importaciones totales del país norteamericano y después de China, EEUU es el mayor destino de las exportaciones chilenas, con más del 15% del total de envíos al exterior. Es un hecho que nuestro peso político internacional es modesto, pero al mismo tiempo disponemos de las reservas más grandes de minerales críticos para la transición energética, como cobre y litio, con un potencial excepcional para producir combustibles verdes, y otros materiales esenciales para la economía libre de fósiles. Eso ubica a Chile en un lugar excepcional, siempre que se sepa aprovechar.
Es cierto que a Trump no le conmueve el cambio climático y que probablemente hará poco por incentivar estos esfuerzos, pero EEUU no está solo en el mundo y las grandes compañías e industrias ya están lanzadas en los esfuerzos de descarbonización. En ese sentido, para Chile se abre una etapa delicada en donde se requerirá un liderazgo capaz de leer bien los matices y espacios en los que asociarse para que nuestra oferta exportadora sea bien recibida, tanto por grandes mercados como China, Estados Unidos, el Sudeste Asiático y Europa, como por mercados menores, sin que la temida guerra comercial nos impacte de manera irreversible.
En el fondo, se trata de elegir bien qué proyecto de país puede ser más hábil y eficaz para entenderse con un Trump que tendrá que cumplir sus promesas y con el resto de economías que, en teoría, desean que el comercio libre se profundice y sea motor de progreso y no de conflicto.