El ambiente previo y el que ha sucedido al cónclave de la Nueva Mayoría no cesa de enviar señales alarmantes de realismo, las que pese a ser abundantes y persistentes parecen no haber sido lo suficientemente atendidas a la hora de calibrar el llamado segundo tiempo de la presente administración.
En efecto, al crudo diagnóstico del momento económico hecho por el presidente del Banco Central hace un par de días, posteriormente y en cosa de sólo 24 horas se sumaron nuevos antecedentes que dan cuenta del complejo momento político y económico que atraviesa el país.
En primer lugar, el lunes, dos encuestas revelaron que el gobierno se encuentra en niveles mínimos de aprobación y en un entorno en donde las preocupaciones de los ciudadanos respecto del momento económico y sus perspectivas se han deteriorado.
En segundo lugar, ayer tanto el Índice de Confianza Empresarial (Imce) como el Informe de Percepción de Negocios del Banco Central arrojaron registros preocupantes que sólo permiten anticipar que las secuelas de la incertidumbre y bajos niveles de confianza de los agentes económicos nos acompañarán por bastante tiempo más.
Si a eso se añade que en las jornadas previas al cónclave oficialista se instaló la expectativa de que del encuentro emanarían señales alentadoras, las que finalmente no se vieron refrendadas, entonces se podría estar terminando de configurar un cuadro de aún mayor complejidad. Lo anterior inevitablemente tendrá expresión en las cifras consolidadas a mediano y largo plazo, más allá de que cuestiones puntuales como el efecto base de comparación aminoren puntualmente su gravedad.