Al cabo de una semana del ajuste ministerial y aún con información que no termina de decantar, el mercado y los agentes económicos aún mantienen altas expectativas en que el nuevo titular de Hacienda, Rodrigo Valdés, pueda producir un giro en el clima económico.
Las credenciales del nuevo ministro y la evidente necesidad de que desde la autoridad se emitan señales que marquen un punto de inflexión, esta vez real y potente, refuerzan dicha expectativa, la que a estas alturas, a la luz de las cifras de inversión y percepción de negocios son un imperativo.
La Cuenta Presidencial del próximo 21 de mayo será, sin duda, un momento de especial atención y escrutinio, a la espera de conocer anuncios que vayan más allá de la mera expansión del gasto público, ya utilizada y cuya ecuación costo beneficio no arroja hasta ahora un saldo positivo ni perdurable.
En dicha perspectiva, el papel que se le atribuya al sector privado tanto en la esencia del discurso como en las medidas concretas será determinante para la formación y consolidación de expectativas de aquí en más. Cerca de un 80% del PIB emana del sector privado, de modo que cualquier acción que pretenda ser efectiva para recuperar los niveles de actividad no debe omitirlo de la ecuación.
Y dicha consideración presidencial debiera tener una doble dimensión: una que se haga cargo de la sensación de incertidumbre derivada de la extensa agenda de reformas gubernamental, en especial la laboral y la constitucional; y otra que le reasigne a los agentes económicos privados el rol protagónico que deben jugar en la recuperación de la actividad económica.