Empieza a configurarse en el país un escenario donde está ganando adeptos la posibilidad de que el próximo paso del Banco Central este año sea una reducción de la tasa de interés.
Y la razón fundamental de esta posición no es otra que un conjunto de cifras que tienden a confirmar que la economía chilena entró en una senda de desaceleración. Quizás la inicial -y más llamativa- fue la débil variación anual de 3,1% que registró la actividad en marzo, lo que redundó en que el PIB creciera en el primer trimestre por debajo de lo previsto (4,1%). Esto, por lo demás, en un contexto donde la inflación anual está bajo el límite inferior del rango meta de 2% a 4%.
Se trata de elementos que, de consolidarse, podrían explicar un recorte de la tasa -hoy en 5%-, tal como lo sugirió hace unos días el presidente del instituto emisor, Rodrigo Vergara, tema que por lo demás se evaluó en la reunión de política monetaria de mayo.
Con todo, el análisis realizado por los consejeros en aquella ocasión parece indicar que la opción de avanzar hacia un relajamiento monetario aún requiere de más información. La desaceleración de la economía en sí era algo esperado, incluso saludable en la medida que permitiría dejar atrás el riesgo de sobrecalentamiento. No obstante, su perfil está resultando heterogéneo y abre otras interrogantes, en el sentido de que aún no es evidente porque se está frenando la inversión y no el consumo de las personas, cuyo nivel de confianza y empleo no se ven resentidos.
Contar con las respuestas correctas permitirá calibrar en qué minuto y con qué magnitud se comenzará a avanzar en esta dirección.