A fines de la semana pasada, y en circunstancias que los mercados y el país en su conjunto comenzaba a entrar en una dinámica pre navideña, un fenómeno inusual terminó tomándose la operación de las bolsas.
En efecto, con montos transados no menores y un verdadero desplome en sus cotizaciones, las acciones de las principales empresas sanitarias fueron protagonistas de una jornada de gran nerviosismo. No se trató de un comportamiento irracional de los agentes económicos, sino de un temor que movilizó decisiones de inversión, ancladas en informes de bancos de inversión y analistas que ese día liberaron reportes que desarrollaban los potenciales alcances de un proyecto de reforma a las reglas del juego del sector: una iniciativa de origen parlamentario y que promediando la semana había recibido aprobación por parte de la Cámara de Diputados.
Con el correr de las horas las ansiedades bajaron, de la mano de comentarios de autoridades del Ministerio de Obras Públicas, MOP, que precisaron que la iniciativa no cuenta con el patrocinio oficial. Se trató de una recuperación parcial que no logró consolidarse en las transacciones de ayer, fenómeno que en su conjunto avala una tesis que se ha sostenido insistentemente en los últimos meses y años, a saber, que los agentes económicos se sienten operando en un ambiente de incertidumbre y que sus decisiones están dramáticamente afectadas por las señales que emanan del mundo político y, por supuesto, del Estado. Más allá de la suerte puntual que pueda seguir esta reforma, esta constatación no es un asunto menor a la luz de la urgencia con que se deben reparar las confianzas en el país.