Es ya casi un hecho que el Banco Central relajará su política monetaria en los próximos meses, probablemente con dos, o incluso tres, recortes de la tasa de política monetaria en 25 puntos base, dejándola en 3% o algo menos, medida que ya está incorporada en las expectativas de los agentes económicos.
La reducción de tasas, que parecía poco probable hace algunos meses, se sustenta en la importante caída que muestra la inflación efectiva, de 4% en doce meses en julio pasado a 2,9% en noviembre, evidenciando que efectivamente la alta inflación de los últimos dos años se explicaba en parte importante por la depreciación del peso. Falta por ver cuánto ha influido la apreciación más reciente en la moderación inflacionaria, por lo que probablemente el Banco Central implementará la reducción de la TPM en forma pausada.
Estas reducciones esperadas de la TPM implican que en la práctica la tasa de interés real de corto plazo retornará a niveles nulos o levemente negativos, condición que se mantiene desde mediados del año 2014.
Una situación de este tipo es factible con brechas de capacidad bastante amplias y/o en un contexto en que el crecimiento de tendencia de la economía es muy reducido. Mirando la evolución de la tasa de desempleo, parece más factible que la mantención de tasas reales tan bajas por un período prolongado tenga bastante que ver con un menguado potencial de crecimiento. En la corrección de este problema es poco o nada lo que puede hacer la política monetaria, sin que por eso deje de ser el desafío más importante que enfrentan actualmente las políticas públicas.