La inédita decisión de Fitch Ratings de asignar perspectiva negativa para la clasificación de riesgo de Chile encendió luces de alerta a todo nivel, no obstante que la firma ratificó para el país la muy buena nota de A+. Si bien en distintos momentos en los últimos meses la posibilidad estuvo presente en el debate, los esfuerzos a nivel interno en el manejo de las cuentas fisales y las gestiones de las autoridades a nivel externo, habían sacado del radar la amenaza, la que sobrevino este martes sin que fuera esperado por el mercado.
El tema central que gatilló la decisión es sobre todo el ritmo al que se ha expandido la deuda pública en relación al PIB, a lo cual habría que sumar que el nivel actual que exhibe dicha variable promete seguir en aumento más allá de los niveles actuales, que algunos expertos aún estiman están dentro de rangos razonables.
Como sea, la mala noticia no supone un reproche a los esfuerzos que la cartera del ministro Rodrigo Valdés ha realizado para consolidar mejores cuentas fiscales sin afectar la debilidad que muestra la actividad económica. Al contrario, desde Fitch se destacó que se sigue viendo una política macro creíble, lo que no quita que exista una lógica preocupación doble en torno a la poca capacidad de la economía de recuperar su ritmo de crecimiento y la aceleración con que ha cambiado el balance fiscal en los últimos años.
El mensaje, que se suma al contenido en el llamado Artículo 4 del FMI, es claro y debe leerse como una exhortación a dar pasos reales que resuelvan el ya largo problema de incertidumbre que afecta a los agentes económicos y que den un impulso real a la actividad.