Cuatro años atrás, cuando China todavía era el fenómeno global que todos alababan, algunos economistas más cínicos apuntaban con alarma al acelerado crecimiento del sector inmobiliario y advertían sobre el excesivo crecimiento de la "banca en las sombras". Con este término tan conspicuo designaban a un conjunto de institucions financieras que operan en el mercado informal.
Pero cuando alguien osaba sugerir que esta burbuja inmobiliaria podría estallar arrastrando a toda la economía, la mayoría de los expertos cerraba filas en torno a un concepto: China no es como cualquier otra economía. En China, el Partido Comunista tiene el control absoluto y el Estado es dueño de todos los bancos. En última instancia, no necesitaría nacionalizar a la banca como tuvieron que hacer EEUU y Europa.
Es precisamente por eso que el último derrumbe del mercado bursátil en China ha provocado escalofríos. En las últimas semanas Beijing ha intervenido de una manera masiva para tratar de detener el derrumbe. En ninguna democracia del mundo hubiera sido posible algo igual. Aún así, la bolsa de Shanghái no para de caer. Así, la reflexión es que parece ser que Beijing no tiene todo bajo control después de todo.