El dato de Imacec del mes de abril aportado por el Banco Central a mediados de semana vino a confirmar la expectativa de que la economía estaría entrando en un proceso de desaceleración más acentuado del que se preveía. La variación de 4,4% del citado mes, sumada a la expansión de sólo 4,1% acumulada en el primer trimestre del año, hizo que de inmediato los expertos revisaran a la baja sus pronósticos agregados para el año, los que ahora en muchos casos se sitúan entre 4% y 4,5%.
Con cuatro meses del año ya jugados en materia de actividad y la tendencia que ha mostrado la inversión en los últimos registros, los expertos estiman poco probable que el crecimiento se sitúe en la parte alta del último rango dado por el Banco Central en su más reciente IPoM de inicios de abril (4,5% a 5,5%). Este cambio en el escenario ha modificado también las expectativas respecto de lo que podría ser el manejo monetario en lo que resta del año, estimándose no sólo que la tasa podría ir a la baja, sino que incluso podría sufrir más de un recorte antes de diciembre.
Pero la evidencia de una desaceleración ha generado un debate que va más allá de lo técnico. En las últimas horas se ha encendido la discusión respecto del impacto que el ciclo político podría estar teniendo en la desaceleración, en particular de la inversión. Más allá de las diferencias que se han expresado y de que a la larga puede ser difícil aportar datos que vinculen ambos hechos, se trata de una discusión que es pertinente, ya que es razonable pensar que la incertidumbre no es un ambiente propicio para la toma de decisiones de inversión por parte de los agentes económicos.