Las proyecciones contenidas en el Informe de Política Monetaria (IPoM) para 2017 han dado pie a una serie de diagnósticos sobre el estado de la economía y de análisis respecto de la mejor forma de enfrentarlo.
Un asunto bastante consensuado es que las perspectivas de una economía debilitada persistirán por más tiempo del estimado hace un año atrás y mucho más que lo deseable.
En el juicio sobre las causas hay más discrepancias, aunque si se buscan los puntos en común sobresalen un escenario externo al que no se ha sabido responder con eficacia, sobre todo en lo que respecta a tecnologías y comercio, donde las tendencias mutan a ritmos vertiginosos, y un ambiente de desconfianza, al que tampoco se ha logrado reaccionar con habilidad.
La sofisticación de las políticas y un manejo fino de las finanzas públicas son exigencias crecientes para crear un escenario más positivo, pero también lo son las coordinaciones políticas y sociales. Las decisiones de inversión se basan en consideraciones de negocio, pero influyen las condiciones ambientales de los países. Como advierte el ex vicepresidente del Banco Central, Jorge Marshall, la pasividad no debe ser la respuesta, como lo fue mientras duró el superciclo.