En paralelo a la discusión sobre el potencial de crecimiento de la economía que comienza a tomar forma como parte del trabajo previo a la elaboración de la nueva Ley de Presupuestos, los persistentes datos que dan cuenta del mal momento que viven las expectativas de los agentes económicos y la inversión en el país esbozan un panorama poco alentador para lo que resta del año y, es probable, también para el próximo.
En efecto, y como se consigna en esta misma edición, la confianza empresarial medida por el ICE no está dando señales de recuperación, sino que por el contrario, sigue débil y ahora de nuevo en terreno pesimista. Del mismo modo, la inversión promete permanecer deprimida a la luz de lo que muestran las importaciones de bienes de capital y, nuevamente, diversos indicadores de expectativas empresariales.
El común denominador de este fenómeno es la confianza, un atributo que toma años construir, pero que puede degradarse en pocos días.
El cuadro que parece estar conformándose es uno al que se le debe prestar atención, ya que luego del magro crecimiento de 2014, el decreciente pronóstico para 2015 y los primeros atisbos de un desempeño que no deslumbrará en 2016 se estaría terminando de dar forma a uno de los más mediocres ciclos económicos en varias décadas, descontando los años de crisis.
Pretender que una performance de esta naturaleza no es delicada (en especial en el actual escenario político y social) podría estar omitiendo del análisis consideraciones sustantivas, lo que debe instar a las autoridades a pasar más decididamente a la acción que lo que se ha percibido desde el cambio de gabinete.