La rápida escalada del dólar registrada en Argentina este año refleja un hecho histórico: la antigua desconfianza de los argentinos en su moneda local.
La muy criticada ley de convertibilidad que estableció la paridad uno a uno entre el dólar y el peso argentino durante el gobierno de Carlos Ménem, en los ‘90, ha sido responsabilizada por la crisis que derivó en el default de 2001.
Pero durante una década tuvo la virtud al menos de devolver la confianza de los argentinos en su economía e impulsar una era de crecimiento económico.
La crisis se produjo, en realidad, cuando la brusca caída del crecimiento socavó la creencia de la población de que el gobierno tendría las espaldas financieras para responder a la garantía que estaba implícita en la ley.
Hoy, nuevamente, el acelerado declive del peso refleja, al menos en parte, una creciente desconfianza en las perspectivas económicas del país. Estabilizar el tipo de cambio requiere por eso también, la aplicación de políticas económicas estables y sólidas.
La insistencia del gobierno trasandino en negar la inflación y la caída del PIB, en ese sentido, no parece ir en la dirección correcta.