Y la regeneración urbana, ¿para cuándo?
Marcela Ruiz-Tagle O. Economista
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Marcela Ruiz-Tagle O.
A pesar de las numerosas señales de deterioro y de las recurrentes advertencias de urbanistas, la comuna de Santiago solamente ha visto profundizada la crisis en que se encuentra. Si se mira hacia adelante, todo pareciera indicar que su destino puede llegar a emular el triste estado de la emblemática Valparaíso, transformándose en una señal de advertencia para las autoridades del resto de las capitales regionales del país.
Los esfuerzos de las autoridades a nivel municipal y regional han estado lejos de abordar exitosamente los ámbitos de seguridad, marginalidad, ilegalidad y deterioro del espacio público. Una de las consecuencias silenciosas de esta realidad es el desplazamiento de la actividad comercial. A la mayor disponibilidad de locales comerciales en venta o arriendo, se suma el sostenido aumento de la vacancia de oficinas, al punto de que existen edificios completos “disponibles”. Esto último debiera ser considerado una oportunidad.
“A diferencia de países como Colombia, España o Francia, Chile no cuenta con una institucionalidad responsable de regenerar sus ciudades. Los intentos efectuados a la fecha no han sido particularmente exitosos”.
Es posible acotar el vaciamiento de la comuna y disminuir las pérdidas sociales que ello implica si se impulsa un plan de regeneración urbana que incentive la reconversión de estos inmuebles a proyectos habitacionales de arriendo asequible con integración social, de manera consistente con lo dispuesto en la Ley homónima, en la cual se establecen normas que agilizan y facilitan la gestión y tramitación de proyectos; si se designa a un líder responsable con atribuciones de negociación que lleve adelante el proyecto; y si se formaliza una gobernanza de trabajo público privada que facilite determinar la cartera de activos potenciales, los incentivos económicos necesarios para su reconversión, así como las fuentes de financiamiento y seguimiento de los proyectos.
A diferencia de países como Colombia, España o Francia, por mencionar sólo algunos, Chile no cuenta con una institucionalidad responsable de la regeneración urbana. Los intentos efectuados a la fecha no han sido particularmente exitosos y su implementación ha tomado años, lo que revela lo difícil de estas acciones. En parte, debido a que se han sustentado en el establecimiento de políticas normativas (por ejemplo, determinación de zonas de inversión pública prioritaria o áreas centrales de regeneración), sin la incorporación del sector privado ni la definición la implementación de una estrategia de desarrollo, lo que no ha permitido agilizar ni escalar iniciativas.
Sin embargo, el actual estado de nuestras principales ciudades amerita contar con una herramienta de gestión, que resguarde la inversión pública y privada materializada en los territorios, la gestión eficiente del suelo, y con ello la calidad de vida de sus habitantes. Más aun cuando los gobiernos locales se encuentran sobrepasados por el control de otros ámbitos sociales.