Y después de la retroexcavadora de Michelle, ¿qué?
Rafael Ariztía Socio de MFO Advisors
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El desenlace de la Reforma Laboral no pudo ser más sintomático de lo que ha sido el actuar del gobierno de Michelle Bachelet. Simplemente irresponsable. Ante la imposibilidad de doblar la institucionalidad para lograr sus fines, el gobierno optó por dejar un proyecto inconcluso y que, a confesión de la ministra Rincón, “habrá probablemente mucha judicialización en torno a qué se puede o no hacer”.
Las reformas tributaria y educacional mostraron que la prolijidad no se le da a este gobierno. Una mezcla de voluntarismo e incompetencia, condimentada con malas ideas, nos entregaron dos mamarrachos difíciles de arreglar. Pero la Reforma Laboral va más allá. En su afán por salirse con la suya, el gobierno muestra un desprecio por el país y por su institucionalidad que simplemente no tiene nombre.
Quienes tenían alguna esperanza de que con los ministros Burgos y Valdés, la moderación y sensatez podrían ganar la partida, han terminado por desencantarse. Burgos ya tiró la toalla y Valdés entregó la oreja. Con ello quedó claro el mensaje: los casi dos años que le quedan a este gobierno no serán fáciles. Las tensiones aumentarán de la mano de un escenario electoral complejo para el gobierno; una economía que no repuntará y la presión política de tirar la casa por la ventana. Valdés la tiene difícil si opta por cumplir su rol.
Así las cosas, quizás ya vale la pena poner la vista más allá de esta administración. Afortunadamente, dentro de las cosas posibles a reformar, no figura el paso del tiempo, aunque el ministro Pacheco haya intentado algo tangencial… Cada día que pasa estamos más cerca del momento en que el país tendrá que decidir si persiste en ejercer el “derecho a ser estúpido”, como muy bien lo graficó Niall Ferguson, o elige volver al rumbo del progreso.
Juzgando por las encuestas, lo segundo parece más probable a estas alturas. La gran mayoría del país está desanimada y ve un futuro poco auspicioso, lo cual nos lleva a una pregunta central. ¿Cuáles debieran ser las prioridades para restaurar el rumbo del país? Si bien los desafíos de Chile son muchos, en mi opinión hay tres ámbitos prioritarios que debieran ser parte de la discusión hoy.
El primero es recuperar la capacidad de conversación y el concepto de que el país avanza sólo cuando se hace sobre consensos amplios. El más nefasto de los legados de la Nueva Mayoría es el concepto afiebrado de demonizar los consensos, como si en democracia existiera una alternativa a ello. Quienes lo hacen creen que la democracia consiste en que las mayorías circunstanciales pueden pasar por encima de las minorías, error que es digno de estudiantes, pero imperdonable para un gobierno.
El segundo ámbito es priorizar la seguridad y el respeto por el Estado de Derecho. Desde hace tiempo el país ha perdido el rumbo en esta materia y vamos por una pendiente resbaladiza. Cuando se toleran los desmanes recurrentes, se soportan atentados, se permite que una región esté en virtual estado de sitio, la convivencia se envenena y nada bueno puede subsistir. La ciudadanía pide a gritos más seguridad. Sin embargo, sucesivos gobiernos han fallado en ejercer debidamente la autoridad en materia de seguridad pública.
El tercer ámbito es priorizar realmente la modernización de las instituciones del Estado, para que entreguen servicios decentes a la ciudadanía, y sean facilitadores y no un impedimento, para el desarrollo. Este es un tema del que se habla mucho, pero se aterriza poco, a pesar de que el Estado gasta hoy un 26% del PIB y de que es el proveedor cautivo para los más vulnerables del país. Modernizar el Estado no pasa por un problema de recursos, como se tiende a simplificar. De hecho, muchas veces el exceso de recursos es parte del problema. El tema pasa lamentablemente por cuestiones que requieren trabajo: mejores incentivos, mejor institucionalidad, más transparencia, mejor gestión, y por sobre todo, prioridad y urgencia desde arriba.
Einstein decía que “locura es hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados distintos”. Esperemos que en las próximas campañas presidenciales los candidatos de uno y otro lado sean cuerdos, porque cuando el 73% del país siente que vamos por mal camino (según la encuesta Cadem) hay algo que claramente se está haciendo mal.