Separando la paja del trigo
GABRIELA CLIVIO Economista, directora de Business Valuations de Mazars
- T+
- T-
GABRIELA CLIVIO
Hace apenas un par de semanas todos pensábamos que las crisis financieras o mejor dicho los problemas de confianza en los bancos de Estados Unidos eran parte del pasado. Lo sucedido en estas semanas con el Silicon Valley Bank (“SVB”) y con Crédit Suisse probablemente a más de alguno le hicieron recordar los tristes episodios de la crisis subprime de hace casi 15 años. Sin embargo, esta vez el problema de fondo es radicalmente diferente.
En el caso de la crisis de 2008, el problema radicó en los bancos, en su otorgamiento de créditos hipotecarios a personas o sujetos que no debieran haber sido receptores de éstos, ya que no tenían posibilidad de pagarlos. Para los bancos, eso no era un problema, ya que los créditos otorgados no quedaban en sus balances. A esto se sumó la conducta de las calificadoras de riesgo y la burbuja inmobiliaria.
“¿Debe la cartera de inversión de los bancos ser valorada a mercado en los escenarios de pruebas de estrés? Esta es la verdadera pregunta que debemos responder”.
Esta vez es distinto. Luego de la crisis subprime, se incentivó a los bancos a invertir en bonos de mejor calidad. Lo cierto es que no hay nada de mejor calidad que los bonos del Tesoro y los bancos invirtieron en estos instrumentos de largo plazo. Debido a las políticas implementadas para hacer frente a la pandemia, el fenómeno de la inflación volvió a ser un problema.
Para enfrentarlo, las diferentes autoridades monetarias comenzaron a subir las tasas. Las políticas monetarias restrictivas implementadas por la Reserva Federal y los bancos centrales en todo el mundo llevaron a un alza en las tasas de interés de referencia y de mercado. Esta alza de las tasas tuvo como consecuencia importantes pérdidas de capital en los bonos de más largo plazo, debido a la mayor duración de estos instrumentos.
Sin embargo, en Estados Unidos, los bancos no tienen que reflejar las pérdidas de capital derivadas de estos instrumentos siempre que los mismos no se encuentren disponibles para la venta. Entonces, dado que estos instrumentos no se valorizan a mercado en todo momento, solamente cuando un banco enfrenta retiros importantes deberá éste vender parte de su cartera, dando cuenta de las pérdidas contables que si bien ya existían, no se reflejaban.
Así, los bancos se encuentran hoy día en una posición más vulnerable en lo que respecta a sus requerimientos de capital como consecuencia de la política monetaria. La situación es algo más complicada en los bancos de menor tamaño, como fue el caso del SVB hace unos días. Este panorama se ha visto, además, deteriorado por la competencia de los bancos por atraer depósitos.
La situación en EEUU ahora es la siguiente: la Reserva Federal tiene que elegir entre “dañar” a los bancos de alguna manera o seguir combatiendo a la inflación. Sin embargo, la discusión no debiera quedarse en responder esta pregunta, sino en comprender cual es en realidad el nivel de reservas que se debe exigir a los bancos. ¿Debe la cartera de inversión de los bancos ser valorada a mercado en los escenarios de pruebas de estrés? A mi juicio, esta es la verdadera pregunta que tenemos que responder.