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Reforma tributaria en el trapecio

En momentos en que diversos analistas sostienen que uno de los grandes déficits del actual gobierno es la falta de un relato, basta recordar la potente imagen utilizada en la campaña...

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En momentos en que diversos analistas sostienen que uno de los grandes déficits del actual gobierno es la falta de un relato, basta recordar la potente imagen utilizada en la campaña: queremos una sociedad de trapecistas. La figura se vincula fielmente a los principios que dice defender el oficialismo: las sociedades alcanzan mayores niveles de bienestar y desarrollo, cuando se deja un amplio espacio para la libertad y la responsabilidad individual, se protege y fomenta el emprendimiento, la creatividad humana, y la cooperación. Muchos trapecistas podrán fallar a la hora de alcanzar aquellos movimientos que materializan sus talentos; ante ello existirá una red que tendrá por objeto salvarlos de la caída, pero, igual o más importante, darle nuevas fuerzas para volver a emprender el vuelo. En suma, una sociedad de oportunidades y seguridades. 


El actual gobierno está demasiado preocupado en construir la red o malla de protección, descuidando el despliegue de talentos de los chilenos en el trapecio. Buena parte de su gestión la ha dedicado a la agenda social, concentrándose en la extensión del postnatal, la eliminación del 7% de cotización para el grueso de los pensionados, y la reforma educacional. En esta línea, ha surgido la idea de incluir una reforma tributaria, cuyos contenidos y alcances son difíciles de precisar. No se trata de una reforma tributaria que tenga por objetivo operar como mecanismo regulatorio correctivo ahí donde los costos de transacción impiden que la autonomía individual (mediante contratos) opere; se trataría de un slogan que, una vez más, busque instalar la idea de que los impuestos son un instrumento idóneo para corregir las desigualdades. A ello se suma otro: nuestra carga tributaria es baja, lo que sabemos es discutible cuando la hacemos comparable, por ejemplo, con la de los países de la OCDE al incorporar el gasto en seguridad social que realiza el sector privado. 
Durante estos días, nuestros mejores economistas, de manera transversal, han puesto a disposición del debate evidencia empírica y conceptual robusta respecto del fracaso de la vía tributaria en la distribución de los ingresos (su impacto en el coeficiente gini para ser más exactos). Mucho más que eso, ellos afectan la capacidad de creación de trabajos, el ahorro y la inversión. En otras palabras, afecta ahí donde más se puede potenciar la movilidad social: en la generación de ingresos por parte de las propias personas.

Por lo demás, espacio para evaluar y disminuir el gasto público existe. Buena parte de la agenda de impulso a la competitividad propuesto por el ex ministro Fontaine apunta a ello. No sólo cada peso menos para el sector privado termina siendo menos de un peso en manos del Estado, sino que, en un mundo de recursos escasos, es precisamente el despilfarro de recursos lo que más afecta a la equidad.

Es curioso que el gobierno no vea la reforma tributaria -al igual que la extensión del postnatal- como un freno al vuelo de cientos de miles de trapecistas. Por definición no existen trapecistas amarrados permanentemente a la red de protección; y eso es precisamente lo que el actual gobierno pareciera estar generando.

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