Un liderazgo fallido
Rafael Mies Ph.D. Profesor titular Cátedra de Capital Humano Embotelladora Andina ESE-Universidad de Los Andes
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Rafael Mies
Los últimos índices de aprobación al Gobierno expuestos por la encuesta CEP evidencian todas las dificultades que la Nueva Mayoría, en general, y nuestra Presidenta en particular han tenido para dar un rumbo ordenado y confiable a la ciudadanía. Me gustaría centrarme solo en el liderazgo de la Presidenta que por lo demás es reflejo de lo que pasa en la coalición que representa y que configura lo que hoy podríamos llamar un liderazgo fallido.
A mi juicio, su liderazgo falla en al menos tres cuestiones básicas que son esenciales para tener una conducción efectiva, permanente y apreciada por la gente.
En primer lugar, la Presidenta no ha entendido que el liderazgo no es una condición personal que se obtiene y se mantiene de por vida de la misma manera de alguien que gana una medalla. Por el contrario, el liderazgo se trata de un ejercicio temporal, una función transitoria, una tarea que ha de ser realizada en las particulares circunstancias que le toca vivir.
En este sentido, su liderazgo ha de ser ejercido primariamente haciéndose cargo de la coyuntura y los desafíos concretos que enfrente el Chile de hoy. Es decir con “estos” problemas, con “este” precio del cobre, con “este” tipo de cambio y con “esta” estructura psicosocial, que parece nada tiene que ver con utopías pasadas ni sociedades ideales que explícitamente su mente parece abrigar.
La Presidenta no solo parece no entender ni leer lo que pasa en Chile, sino que antepone su agenda ideológica personal, con la excusa de llevar a la gente a un “mundo mejor” sin mayor respeto de la realidad cotidiana y la opinión de la gente.
En segundo lugar, no importa el desprecio que la Presidenta pueda sentir por la dimensión técnica del liderazgo, el buen ejercicio del mismo ha de ser juzgado por la buena o mala implementación de sus medidas.
Lo visto hasta ahora es que las medidas propuestas han sido dejadas en manos de mucha gente con poca preparación técnica y que el resultado en muchas áreas se reduce a unas pocas buenas intenciones y muchas “chapuzas”. Aunque puede no resultar políticamente correcto afirmarlo, es impensable una buena ejecución de una política de Gobierno en cualquier área con una gran cantidad de personal público que apenas ronda los 450 a 500 puntos en la PSU.
Por último el líder ha de verse a sí mismo como un servidor y colaborador y no como un “salvador social”. El líder existe más para facilitar equipos, herramientas y recursos, que soluciones que nazcan de su propia visión de mundo o genialidad.
A este respecto, el nivel de arrogancia visto demostrado por la Nueva Mayoría, con sus retroexcavadoras, su discurso mesiánico y una propuesta refundacional profunda es inédito y a estas alturas bastante intolerable.
Se trata esta de una forma de concebir el liderazgo muy presente en dictaduras, gobiernos totalitarios y caudillismos, y muy lejos de lo que se entiende por una democracia madura y profunda que ciertamente es lo que nuestra sociedad hoy exige.
Si la presidenta logrará cambiar esto, no es claro. Lo que sí es claro, como dijo un político de la oposición al Gobierno anterior, es que Chile no se merece un gobierno con este nivel de aprobación.