La nueva mediocridad
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Rafael Mies
En nuestro país nos habíamos mal acostumbrado a los elogios que recibíamos de naciones de todo el orbe. Moros y cristianos, gobiernos de izquierda, centro o derecha, no dejaban de hacer honrosos comentarios acerca de la institucionalidad chilena y su capacidad para combinar crecimiento económico y desarrollo social con plena democracia.
Además, se había instalado en la cultura cívica nacional un orgullo por ser chilenos donde, a pesar de las diferencias políticas, se procuraba lavar la "ropa sucia en casa" y mostrar una gran unidad en materia social política e institucional cuando se estaba fuera de Chile.
Sin embargo, fue nada menos que el Financial Times, prestigioso diario británico, quien lamentó la dilapidación del capital económico y político que se estaba realizando en Chile.
De alguna manera, lo que este este medio señala es que mientras el mundo hace esfuerzos enormes por reactivar sus economías, las autoridades chilenas se han instalado en una peligrosa zona de confort, donde se alegran por un mediocre crecimiento del país y donde existe un sorprendente cinismo frente a los perjudiciales efectos del sinnúmero de reformas que se están impulsando.
La reacción de nuestras autoridades fue inmediata: "matar al mensajero".
En pleno "Chile Day" (roadshow para vender Chile a inversionistas extranjeros), el jefe del equipo económico nacional tildó de desajustados a la realidad los comentarios del medio británico, celebrando como positivo nuestro crecimiento esperado de un 2% para este año y un probable 3% para el próximo, desconociendo por ignorancia o estrategia política las sucesivas correcciones a la baja en las proyecciones que la propia autoridad económica ha debido reconocer.
Curiosamente en la misma línea que el Financial Times, Christine Lagarde, directora del FMI, acuñaba el término "nueva mediocridad" para referirse a los países que evitaban "políticas valientes que incrementen efectivamente la productividad, la competitividad y el empleo". Esto es precisamente lo que más llama la atención de las propuestas del Ejecutivo, una inédita indolencia frente al negativo impacto de sus medidas sobre expectativas y confianza de prácticamente todos los agentes económicos del país.
Tengo mis dudas si esto es por mediocridad, como piensa el Financial Times o cinismo respecto de principios económicos clásicos.
Temo que muchos electores se confiaron en el sentido común y espíritu pragmático que han tenido prácticamente todos los gobiernos, incluido el primer gobierno de la Presidenta Bachelet, para enfrentar temas económicos y de desarrollo del país. Esa confianza básica se ha ido perdiendo y nos ha aparecido, por primera vez en muchos años, un gobierno mucho más ideologizado y con poca tolerancia al disenso. Es la paradoja de la democracia, donde sus paladines, una vez en el poder, suelen ser autoritarios y dogmáticos a la hora de gobernar para todo el país.
Soy un convencido que en el oficialismo hay mucha gente de primer nivel. Son ellos los principales llamados a que la "Nueva Mediocridad" no se instale como una ideología. Chile no lo merece.