Al Estado de Chile hoy le falta planificación inter-sectorial. Recodemos que Frei Montalva, Allende y Pinochet tuvieron verdaderas Oficinas de Planificación Nacional (Odeplan). Ellas operaban en línea directa con el Presidente, preparando y coordinado proyectos complejos que muchas veces requerían interacción entre ministerios.
No podemos pretender que, por ejemplo, un ministro de Energía negocie exitosamente para destrabar una hidroeléctrica. Dicho Ministerio sectorial no tiene nada que ofrecer si la zona necesita un camino, colegio o policía; por lo que fallamos en negociar eficientemente externalidades. Tanto el déficit eléctrico, el Transantiago y las protestas de Aysén son síntomas de este cuello de botella al desarrollo.
Es que en los últimos 25 años lentamente perdimos la capacidad de resolver problemas institucionalmente complejos. Primero, Odeplan pasó a ser un merecido ministerio, pero también se alejó de la Presidencia. Luego, como necesitábamos un ministerio que se enfocara en la pobreza, Mideplan diluyó su original misión. Y sin línea muy directa con el Presidente importaba poco su planificación, porque casi no se tomaba en cuenta. Afortunadamente en 2011 Mideplan “salió del closet” y pasó a ser Ministerio de Desarrollo Social, sincerando que ya no se planificaba y que nadie esperaba eso de él. Si bien sobrevivió testimonialmente una pequeña oficina de evaluación de proyectos, no es lo de antes, entre otras cosas porque antes se formulaban muchos proyectos complejos. Segpres, por su parte, hizo varios proyectos interministeriales con Böeninger, pero luego se movió hacia coordinar la relación Ejecutivo-Parlamento y a seguir promesas. No a planificar. Hacienda también se encargó de proyectos nuevos, pero ellos funcionan mejor para diseñar una reforma de Pensiones -donde todas las variables son financieras- y no tanto cuando debemos entender más de la práctica y del contexto específico, como en Educación. Un último trozo de la planificación se fue a las Intendencias; rompiendo cercanía con Presidencia y perdiendo peso.
En resumen, necesitamos panificación como antes: cercana al Presidente, con profesionales top fuera de las restricciones ministeriales y con conexión regional. Para un progresista es una vergüenza tener menos planificación económica que en el gobierno de Pinochet, mientras que muchos históricos de derecha deberían sentir al menos nostalgia. Ambas candidatas nos deben un Odeplan potente en su plan de gobierno.