Pablo Correa

Con el pie izquierdo

Por: Pablo Correa | Publicado: Lunes 5 de enero de 2015 a las 05:00 hrs.
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Como este año tenemos poco espacio para errores, es clave sacar lecciones y no partir con el pie izquierdo. Por ejemplo, miremos la Reforma Tributaria: independiente de resultado final, querer financiar con recursos permanentes un incremento también permanente del gasto fiscal era algo poco discutible. En ese sentido, el origen de dicha reforma era correcto. Por supuesto que es argumentable haber partido primero con la recaudación cuando aún no hay claridad en el uso, pero al menos desde el punto de vista de mantener la sanidad de las cuentas fiscales, es impecable.
Por el contrario, la recientemente ingresada reforma laboral parte de un mal diagnóstico. Su origen es equivocado ya que se argumenta que es necesaria para equilibrar condiciones que hoy han impedido la correcta formación de salarios en el país, al tener los empleadores una posición negociadora tan superior a los trabajadores que el resultado final ha sido salarios reales menores a los de equilibrio.
Como solución, la reforma potencia el rol de los sindicatos en muchas maneras, de forma de generar un poder negociador que "nivele la cancha" y mejore la formación de salarios. Como empleado, me encantaría que mi sueldo fuera mayor. Como chileno, veo que para millones de personas sus salarios son insuficientes para cubrir sus necesidades y para otros tantos sus condiciones laborales son frágiles. Como economista, veo con desesperación como estamos a años luz de tener las tasas de participación laboral de países más desarrollados, y de cómo un incremento en el empleo femenino podría aumentar los ingresos autónomos de las familias más vulnerables de Chile en forma considerable. Lo mismo cuando pensamos en el empleo juvenil.
Sin embargo, ninguno de estos temas se abarcan de forma correcta en la agenda laboral. Por el contrario, es una reforma injusta al profundizar la brecha entre los trabajadores que se encuentran dentro del mercado laboral y quienes buscan entrar en él.
Es curioso que no se cuestione su origen: no hay ninguna evidencia empírica que demuestre que durante los últimos 25 años la formación de salarios reales en Chile se ha desviado en promedio de los incrementos en productividad, que es justamente lo que debe buscar una institucionalidad laboral cuyo objetivo es maximizar el empleo. Otra cosa es que los salarios sigan siendo bajos, para lo que debemos focalizar nuestros esfuerzos justamente en capacitación, formación y calce entre lo que se enseña y lo que el mercado laboral busca.
Por otra parte, querer incrementar artificialmente la tasa de sindicalización, que en Chile no es particularmente distinta a otros países con modelos de negociación descentralizada, es ignorar lo que los mismos trabajadores dicen. En encuestas realizadas por la Dirección del Trabajo, el 85% de quienes no forman parte de un sindicato creen que ellos no agregan valor, por lo mismo no adhieren, y no por restricciones legales. La titularidad como se establece en la reforma es coartar la libertad, pues decir que uno es libre de afiliarse pero al no estarlo voy a tener incertidumbre respecto de la extensión de los beneficios, no es más que un eufemismo. Los pisos de negociación nuevamente ponen barreras al ajuste de los salarios y dejan como única alternativa en casos de ciclos económicos recesivos que el empleador acomode vía empleo. Y así suma y sigue.
Nadie puede negar que Chile necesitaba una reforma de su mercado laboral. Pero lo que se plantea es modificar uno de los elementos más flexibles del mismo, que era la formación de salarios, y que había permitido una justa creación de empleo. Los temas pendientes, que tienen que ver con flexibilizar la ley para resolver problemas de interés común para empleados y empleadores en materias de condiciones de trabajo, capacitación, horarios y jornadas, entre otras, no se abarcan en totalidad. Estos son los focos que permitirían atacar la baja participación femenina y el desempleo juvenil, que junto a una potente agenda de capacitación, formación y vinculación entre las necesidades que el mercado requiere hoy y lo que se les enseña a nuestros jóvenes, resultarían en incrementos en la productividad laboral y en los salarios, que es justamente el último objetivo.

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