Adiós 2015. ¿Bienvenido próspero año nuevo?
Economista jefe Banco Santander
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Pablo Correa
A comienzos de mes conocimos la fotografía más reciente de los grupos socioeconómicos de Chile, que nos mostró un fenómeno que ya se dejaba sentir desde hace años: hoy la clase media es el grupo más numeroso del país, representando un 58% de las familias, con un empoderamiento que ha provocado importantes y profundos cambios en la sociedad. Este grupo demanda más servicios y de mayor calidad tanto públicos como privados, a la vez que sufre -y lo manifiesta con fuerza- con la desigualdad de ingreso, expectativas y trato. Sin dudas, el que más personas engrosen este grupo es una noticia positiva y que nos acerca a los estándares de desarrollo que queremos alcanzar, pero aun no podemos estar satisfechos.
Por el contrario, este nuevo marco trae consigo importantes cambios de los cuales es necesario hacerse responsables. Y es que no solo importa que todos avancemos, sino también que se reduzcan las brechas sociales, porque la lección aprendida en estos años es evidente: se debe procurar que la torta sea cada vez más grande y que el crecimiento llegue a todos.
Para lograr este objetivo Chile necesita profundizar su transformación económica, política y social para convertirse en un país más inclusivo, competitivo y democrático. Y en el camino hasta ahora recorrido, ¿en qué hemos fallado? Sin importar el sector político del que se provenga, nos ha faltado como sociedad un proyecto futuro, una mirada que trascienda el próximo año calendario o la administración de turno. Hoy más que nunca debemos escapar de las miradas cortoplacistas, para tener una visión compartida y de largo plazo del país que queremos para las próximas décadas.
Con todo, aún hay espacio y tiempo para dar finalmente el salto al desarrollo, pero es imperativo que trabajemos juntos. Frente a este desafío, los “Grandes Acuerdos Nacionales” son imperiosos para cimentar el país que queremos. Así, si en 2015 la palabra “confianza” marcó la agenda, el próximo año podría ser “consenso”, fruto de un diálogo constructivo y sin mezquindad.
El 2015 quedará en el recuerdo como un año en que los nubarrones amenazaron la economía, y cuya retirada puede que se tarde más de lo pensado. Y es que el mayor riesgo que enfrentamos en 2016 es el de experimentar un dinamismo todavía menor que el registrado este año, porque las políticas macroeconómicas expansivas están ya en franca retirada. La política fiscal ya no podrá ser tan laxa como en el pasado, debido a que la recaudación impositiva se estrecha. Si a esta dinámica le sumamos la caída estructural en el precio del cobre, podemos concluir que no habrá mucha holgura por el lado de los ingresos públicos. En tanto, la política monetaria está comenzando su fase de normalización para contener tanto la inflación como sus expectativas.
El escenario externo enfrentará su propia batalla, pues tendrá mayores desafíos, con un cambio en la estructura productiva de China que comienza a hacerse patente, a la vez que la desaceleración de su crecimiento industrial es evidente. Europa y EEUU tendrán sus propias dinámicas, con una recuperación lenta en el caso del primero y un crecimiento sobre su potencial para el segundo, mientras que Japón hará frente a una recesión técnica. Lo anterior, con un impacto directo sobre nuestra economía, toda vez que lo esperable es que disminuya la demanda de cobre y se encarezca el financiamiento externo, el que afectará de manera especial a Brasil.
Así, en un contexto que reconocemos será difícil, la única forma plausible de alcanzar los niveles de crecimiento necesarios para llegar al desarrollo es aumentando la eficiencia. Con el objetivo en mente, las líneas de acción son claras: mejorar la productividad, incrementar la movilidad y reducir las fricciones del mercado laboral. En tanto, para el mediano plazo es clave minimizar las fallas de mercado e incrementar la competencia, procurar un Estado más eficiente y transparente, y crear una institucionalidad pública que se preocupe de pavimentar la diversificación de la matriz productiva.