Litio: P o Q, esa es la cuestión
JOAQUÍN BARAÑAO Red Pivotes
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JOAQUÍN BARAÑAO
Como se ha voceado ya in extenso a lo largo de las últimas semanas, los ingresos fiscales por litio en 2022 fulminaron hasta el sueño más salvaje: US$ 5.032 millones (SQM + Albemarle, excluyendo otras líneas de negocios de SQM). Es realmente un platal. Son $ 211 lucas por persona, o $1,06 millones para una familia de cinco personas.
Cifras de esta envergadura no estaban en los libros de nadie tan sólo un año atrás. Por eso la ley de presupuestos vigente no contempló semejante desenfreno tributario. Tanto así que el ítem “renta de la propiedad”, correspondiente al contrato de arriendo a Corfo y que en 2022 constituyó el 62% de los ingresos por litio, sólo en enero sumó un 114% de lo proyectado para todo el año.
“Sobre el precio del litio es poco lo que podemos hacer. Pero respecto del volumen, es mucho. Hay que partir por abandonar las ataduras ideológicas setenteras y tratar al litio como cualquier otro mineral”.
¿Innecesaria, entonces, una reforma tributaria para financiar programas sociales?
Momentito. Es más complicado que eso.
Por el lado de la demanda, las amenazas al litio no son muy inminentes. Por una parte, esta tecnología lleva décadas de maduración y las automotoras han invertido ya mucho en ella.
No es llegar y mudarse. Por otra, si bien hay muchas alternativas al litio para fabricar baterías, hasta el momento ninguna es igual de favorable. El sodio ofrece peores condiciones electroquímicas y es más propenso a incendiarse. Al menos con la información de hoy, no parece probable que el litio ceda el trono muy pronto.
El problema es la oferta. Boer et al (2021) han demostrado que la oferta de litio es mucho más elástica al precio que otros minerales de la transición energética (níquel, cobalto y cobre), porque los tiempos de puesta en marcha de proyectos son menores. Países menos pavos que nosotros, como Argentina y Australia, sí están aprovechando de lleno el boom que nosotros no. Actores como esos elevarán la producción mundial de 52 mil toneladas en 2000, cuando Chile acaparaba el 67% del mercado, a 2,3 millones de toneladas en 2030, punto en que nuestro país entregará apenas el 14%, pese a poseer lejos las mejores condiciones naturales, y por tanto el kilogramo de litio de menor impacto ambiental.
¿Resultado? Aunque nadie puede garantizarlo, hay buenas razones para creer que los precios estratosféricos de hoy caerán. Si se trataran los recursos fiscales que entrega el litio como ingresos permanentes, como hoy de facto ocurre a ojos de la Dipres, podríamos acabar instaurando programas que se volverían inviables tan pronto acabe el alud. Es con eso en mente que el Consejo Fiscal Autónomo aconsejó en febrero de este año definir una metodología para que en el corto plazo la regla fiscal considere un ajuste por ingresos transitorios por litio.
Dado que el precio es tan volátil y que no podemos canalizar todo el maná de 2022 a políticas estables como la PGU, ¿qué opción nos queda?
Las ventas son P x Q. Respecto a P, el precio, es poco lo que podemos hacer. Pero respecto a Q, el volumen, es mucho. Hay que partir por abandonar las ataduras ideológicas setenteras y tratar al litio como cualquier otro mineral. Hay empresas de extracción directa que, excluyendo los plazos de permisologías, en menos de un año y medio podrían estar produciendo y entregando los primeros impuestos que, sujeto a ciertos supuestos razonables, sí serían permanentes. .