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Las instituciones funcionan

En medio de la crisis de Aysén, luego de un año complejo e intenso en movilizaciones sociales, se plantea de manera recurrente que enfrentamos una profunda crisis como país

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En medio de la crisis de Aysén, luego de un año complejo e intenso en movilizaciones sociales, se plantea de manera recurrente que enfrentamos una profunda crisis como país, y que esta se traduce en una pérdida de credibilidad de la sociedad en sus instituciones; al gobierno y a la oposición, al poder judicial, a los partidos, la Iglesia Católica, empresariado, al sistema electoral, a las normas que regulan la convivencia, y a todo lo que nos entregan las instituciones en una sociedad democrática: un marco predecible y ordenado de comportamiento social, en el plano político, económico y social.

Mecanismos necesarios que cuando están validados permiten resolver conflictos y demandas, lo que lleva a que los legítimos representantes del poder político y legislativo en uso de sus atribuciones, sean capaces de resolver demandas y en lo posible anticiparse a ellas.

La democracia es dinámica y por lo tanto posee los mecanismos que le permite adaptarse a nuevos requerimientos.

Los movimientos sociales suelen responder a demandas no resueltas, pero en Chile no apreciamos una crítica masiva a los dos pilares de nuestro desarrollo: la democracia representativa y la economía social de mercado. Al menos de la gran mayoría de los ciudadanos que se movilizan.

Las demandas apuntan a exigir instrumentos que permitan a los ciudadanos incorporarse con mayor rapidez a los beneficios del desarrollo y no cambiar el sistema de manera radical, como lo señalan algunos de los dirigentes en sus convocatorias.

Por otro lado, y como un contrapunto, que suele no recogerse en los noticieros centrales, ni se hace eco de las demandas de los twitteros, en el país se aprecia un crecimiento notable, a tasas muy superiores a las esperadas.

El Imacec de enero, de 5,5% sorprendió incluso a los más optimistas, las tasas de empleo están próximas al pleno empleo, y el país se aprecia con energía creativa y con una apuesta empresarial vigorosa. Todo esto en un marco complejo de la economía mundial.

Las instituciones son pautas y organismos que permiten la interacción entre grupos y personas y cuando se debilitan dificultan o impiden dichas interacciones y por lo tanto aumentan el nivel de incertidumbre de una sociedad y tiende esta a paralizarse frente al devenir.

De Chile se puede decir cualquier cosa, en estos momentos, menos que estamos viviendo esa sensación.

Que hemos vivido movimientos sociales intensos, es absolutamente cierto, que nuestra sociedad como otras en el mundo se articula hoy día con mayor facilidad, para protestar y demandar al poder político, también.

Sin embargo, en Chile a pesar, de la crisis que viven los partidos, la mayoría de los líderes políticos que concentran altos niveles de apoyo, poseen vínculo, como militante o son cercanos a partidos consolidados. Digno de destacar es la alta valoración positiva de varios ministros del gobierno, con tasas de aprobación superiores al 70 %.

Todos los estudios de opinión indican que los chilenos valoramos los intentos de negociación entre la oposición y el gobierno. Los propios líderes de los movimientos estudiantiles han reconocido que la tarea de liderar protestas este año va a ser más complejo y que deberán ser capaces de ser más propositivos, porque la opinión rechaza cada vez más, cierto tipo de acciones para hacer llegar sus demandas, como tomas o marchas no autorizadas con las consecuencias que todos conocemos.

La sociedad chilena es hoy más compleja, más interconectada y por lo mismo con mayor conocimiento de la problemática actual. El éxito económico, no resulta suficiente si no lo percibimos todos y lo vivimos todos. La sociedad es más demandante, y nos plantea nuevas exigencias y mayor creatividad. Son los políticos, tanto de gobierno como oposición, los que deben dar soluciones que muestren avances concretos, reconociendo los enormes avances que se han llevado a cabo en distintos ámbitos y que está impulsando con fuerza la energía creativa del país.

En Chile las instituciones sí funcionan, se revalorizarán cuando comprendan la nueva realidad política, económica y social que vivimos. Pero tienen la capacidad de hacerlo y voluntad también. Pero quizás como siempre, tendemos a colocar más atención al árbol que cae y hace ruido que al frondoso bosque que crece en silencio.

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