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Columnistas

Las desventajas de la guía de previsión

Por: Equipo DF

Publicado: Martes 22 de octubre de 2013 a las 05:00 hrs.

La nominación de Janet Yellen para suceder a Ben Bernanke como presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos se produce en uno de los momentos más riesgosos de la historia reciente de la Fed. De hecho, los inversores hoy parecen menos preocupados por la historia económica real que por la interpretación que hace la Fed de ella. Esto subraya un riesgo importante que Yellen ahora tiene que tener en cuenta conforme guía la política monetaria de Estados Unidos: en el más largo plazo, el predominio de las opiniones de la Fed en el mercado pueden causar un serio perjuicio económico.



El problema para la Fed y otros bancos centrales no reside en la adaptación monetaria, sino en sus estrategias de comunicación. Sus amplias promesas, garantías y compromisos previos le han hecho sentir a los participantes del mercado una falsa sensación de seguridad. Esto ha llevado a los protagonistas del mercado a asumir un tipo de riesgo que no correspondía, tornándolos más vulnerables a los cambios adversos en la economía y planteando una amenaza más amplia para la estabilidad financiera a largo plazo.

La actividad de los bancos centrales tiene que ver, absolutamente, con manejar las expectativas del mercado. Las autoridades monetarias, en los últimos años, han transformado la manera en que comunican su pensamiento y sus posibles acciones en su principal herramienta para guiar a los mercados y anclar las expectativas. Esto es especialmente válido para la llamada guía de previsión sobre los tipos de interés oficiales -y lo es cada vez más conforme el margen de maniobra de los banqueros centrales para tomar medidas en materia de políticas se ha vuelto más limitado. Desafortunadamente, una excesiva dependencia de las estrategias de comunicación conlleva riesgos y costos importantes. Como la voz de los bancos centrales se ha vuelto tan dominante en los mercados financieros, los movimientos de precios pasaron a reflejar respuestas a sus declaraciones y acciones, más que a cambios en las realidades económicas y financieras.

Una segunda consecuencia del papel dominante de las comunicaciones de los bancos centrales en los mercados financieros es que desplaza a las fuentes privadas de información, privando así a las autoridades monetarias de una visión invalorable e independiente de las tendencias que necesitan para tomar decisiones sensatas. Peor aún, los actores privados ya no ven la necesidad de recoger, analizar y desplegar su propia información en la medida que lo hacían antes.

Una tercera desventaja es que cuando se ve que los bancos centrales ofrecen garantías engañosas y se comprometen en exceso a obtener ciertos resultados, corren el riesgo de perder su activo más importante: su credibilidad. ¿Qué hará la Fed, por ejemplo, si la inflación aumenta marcadamente pero el desempleo se mantiene alto? Una imposibilidad por parte de la Fed de controlar las expectativas no sólo afectaría su credibilidad ante los inversores, sino que también haría que le resultara mucho más difícil cumplir con su mandato dual de apuntar a una estabilidad de precios y a un máximo empleo. 
Estas desventajas se aplican a la guía de previsión de los bancos centrales en general y los están convirtiendo en rehenes de la suerte. Para los bancos centrales, planificar la salida de una posición de políticas flexibles es menos importante que abandonar sus actuales estrategias de comunicación. Deberían empezar por dejar de lado sus compromisos excesivamente explícitos con las políticas y los intentos de microgestionar los mercados financieros. Específicamente, deberían dejar de ofrecer una guía de previsión: ni siquiera anunciar cuándo comenzarán a ajustar las políticas monetarias y cuánto. Tienen que volver a introducir el verdadero riesgo bidireccional, para que los precios de los activos vuelvan a reflejar los fundamentales subyacentes.

En lugar de querer empujar a los inversores hacia ciertos resultados y objetivos numéricos explícitos, Yellen y otros banqueros centrales necesitan comunicar con más claridad qué piensan sobre los riesgos y oportunidades en la economía y los mercados financieros, y luego dejar que los inversores privados decidan por sí mismos el equilibrio de riesgo y recompensa. Esto ayudaría a los mercados a volverse más autosuficientes y resilientes, mejorando así la estabilidad financiera y respaldando la recuperación económica.




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