La Inteligencia Artificial no espera
Tomás Sánchez V. Autor de “Public Inc.”, Investigador Asociado, Horizontal
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Tomás Sánchez V.
En poco menos de un mes, el Reino Unido será el anfitrión de la primera conferencia mundial sobre el uso seguro de Inteligencia Artificial. Se están tomando el tema en serio, no sólo buscando distinguir industrias y casos de usos riesgosos, sino hablando del riesgo de una pérdida de control y la desalineación de los Modelos de Frontera con los valores y objetivos de sus mandantes. Reino Unido entiende que una economía apalancada en Inteligencia Artificial es una fundamentalmente diferente, y por lo mismo, hace dos años planteó una estrategia al respecto. Así, hoy está buscado liderar a nivel mundial, con un rol claro, preparándose para esta transición.
Si en la revolución industrial se le dio forma a la sociedad moderna -desde las fábricas al nuevo orden político en torno a las naciones-Estado-, hoy también se están discutiendo los lineamientos de un nuevo orden. Uno donde la defensa de Taiwán probablemente tiene más que ver con acceso a semiconductores avanzados que con democracia, y donde la regulación en torno a inteligencia Artificial es una pieza central.
“A corto plazo, necesitamos un plan bien pensado para gestionar la transición laboral de muchos, al mismo tiempo que regulaciones apropiadas para cada industria, porque los riesgos son diferentes para las finanzas que para la minería”.
Por lo mismo, la Unión Europea tiene en la puerta del horno una ley bastante prescriptiva, basada en la clasificación de riesgo de usos. Como contrapunto, la aproximación de Reino Unido apuesta por una regulación regida por principios mandantes donde cada autoridad sectorial debe hacer una bajada regulatoria a su área de competencia. La forma de regular no está clara, y la homologación internacional ya es tema de discusión.
Cinco años atrás se decía que la creatividad era propia de los humanos y que no podían ser reemplazados por máquinas. Lo mismo creíamos sobre la capacidad de sostener conversaciones que mostraran empatía con su interlocutor, sólo para descubrir un par de años después que estábamos equivocados. Sobre lo que sin duda no nos equivocaremos es que la tecnología nos seguirá sorprendiendo, y sin considerar escenarios distópicos, afectando también empleos que se creían seguros frente a la disrupción digital. Hoy ya vemos cómo un desarrollador puede aumentar su productividad hasta en un 50% al escribir código apoyado en aplicaciones que operan sobre grandes modelos de lenguaje.
La realidad es que el avance tecnológico cuestiona múltiples aspectos de nuestra sociedad y economía. Desde el equilibrio del mercado laboral, hasta la estructura de nuestra base productiva, pasando por aspectos regulatorios y múltiples riesgos. Por lo mismo, en el corto plazo necesitamos un plan bien pensado para gestionar la transición laboral de muchos, al mismo tiempo que implementamos regulaciones apropiadas para cada industria, dado que los riesgos son diferentes para las finanzas que para la minería.
Por otro lado, es necesarios definir responsabilidades legales frente a perjuicios ocasionados por un modelo, así como asegurar que los servicios apalancados en ellos no tengan resultados discriminatorios. Todo esto sin desincentivar la innovación. Sin duda es un desafío complejo, y es sólo la punta del iceberg.
La tecnología avanza en forma acelerada mientras Chile omite esta conversación. Aún está abierta la ventana para decidir si seremos de aquellos que reaccionamos tarde sólo para lamentarnos, o seremos los visionarios que rememos la ola a tiempo. Nuestras acciones hoy definirán si en el futuro este nuevo escenario será una oportunidad o una amenaza para nuestro bienestar. Depende de nosotros.