Don’t ask, don’t tell (No preguntes, no digas)
Vivir en Estados Unidos por un tiempo otorga muchas posibilidades y, entre ellas, participar como espectador de las discusiones ...
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José Miguel Benavente
Vivir en Estados Unidos por un tiempo otorga muchas posibilidades y, entre ellas, participar como espectador de las discusiones sobre las políticas públicas norteamericanas. Entre ellas, me ha impactado profundamente la que se ha referido a la condición bajo las cuales los homosexuales pueden hoy participar en las fuerzas armadas norteamericanas.
La política pública vigente en este tema se llama “Don´t ask, don´t tell” y su discusión sobre un cambio que promovía el gobierno de Obama provocó un profundo debate en el Congreso y a través de los medios de comunicación. Fue votada recientemente y rechazada en el Congreso. Sin embargo, deseo relatarles a ustedes mis impresiones y sentimientos durante esta discusión pública.
“Ha llegado el momento de terminar con la política de “Don´t ask, don´t tell” en las fuerzas armadas de los EE.UU. y permitirle al personal homosexual servir a su país abiertamente por primera vez en la historia”. A nadie le extrañaría que estas palabras vinieran de un funcionario a cargo de una ONG defensora de los derechos de los homosexuales, pero que hayan sido dichas por el almirante Mike Mullen, en su calidad de comandante ne jefe de la Junta de Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, es bastante impactante. Fueron expresadas hace unas semanas ante una comisión del Senado norteamericano, donde se discutía la conveniencia de mantener –o no– la política del “Don´t ask, don´t tell”, que rige en las fuerzas armadas norteamericanas desde el año 1993. De acuerdo a esta política de recursos humanos, los homosexuales pueden servir en las fuerzas armadas, pero sólo mientras mantengan en privado su condición de tales.
Muchos hemos creído por largo tiempo que el pueblo norteamericano es un pueblo conservador. Pero la realidad indica algo distinto. De acuerdo a los últimos estudios de opinión, hoy el 59% de los norteamericanos aprueba que un homosexual pueda servir abiertamente en las fuerzas armadas de su país, es decir, rechaza la actual política de “Don´t ask, don´t tell”. En 1994, sólo un 52% pensaba de esta manera. Debo confesar que a mí estas cifras me sorprendieron, por lo abultadas.
Pero Mullen dijo muchas otras cosas para mí impresionantes ese día en el Senado. Por ejemplo, afirmó que, “como quiera que se mire este tema, no puedo sino rechazar el hecho que hoy tengamos una política de recursos humanos en nuestras fuerzas armadas que obliga a hombres y mujeres a mentir sobre quienes son”. Añadió: “yo he tenido muchos hombre y mujeres homosexuales bajo mi mando y puedo asegurarles, señores senadores, que nunca observé que su preferencia sexual afectara, de ninguna forma, a su rendimiento profesional en nuestras fuerzas armadas”.
Dijo Mullen finalmente: “Las fuerzas armadas de los Estados Unidos son una meritocracia, por lo que las personas que sirven en ellas deben ser evaluadas sólo por lo que hacen, jamás por quiénes son”. “Para mí todo este tema se reduce finalmente a la dignidad, tanto a la de ellos como individuos y a la nuestra como institución”.
He querido compartir estas palabras, que a mí me han sorprendido. He concluido que soy más conservador que el promedio del pueblo norteamericano. Son palabras que me han hecho meditar profundamente. Y, debo decir, me han emocionado.