Una vez, bien. Dos o más, no necesariamente.
Enrique Marshall Director Magíster en Banca y Mercados Financieros PUCV, Exvicepresidente del Banco Central
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Enrique Marshall
El retiro del primer 10% previsional originó un encontrado debate. Por cierto, no era la mejor opción para atender las apremiantes necesidades de amplios sectores de la población afectados por la crisis, pero terminó validándose como una acción de política compasiva y razonable.
En políticas públicas, siempre hay costos y beneficios, lo importante es el balance final. En el caso que comentamos, el principal beneficio fue brindar alivio a los que lo requerían. Sirvió, además, para imprimirle impulso a la economía y revitalizar sentimientos de mercado y expectativas.
Pero el primer 10% tuvo también costos. Produjo un drenaje importante de dinero desde un ya debilitado sistema de pensiones. Muchos afiliados se quedaron con saldos muy disminuidos o simplemente sin ellos. Como resultado, el desafío de reformar las pensiones se ha vuelto cuesta arriba.
Con todo, si un retiro resultó razonable, no se sigue que dos, tres o más también lo sean. Por un lado, los beneficios de los siguientes inevitablemente tenderán a disminuir. Si el primero cubrió, en alta proporción, a familias vulnerables, los próximos llegarán a grupos que tienen menos requerimientos de asistencia, sin perjuicio de reconocer que un dinero adicional es siempre bienvenido.
Por otro lado, los costos serán crecientes. Primero, porque el drenaje de fondos se intensificará con todo lo que ello implica para las pensiones en el largo plazo. Enseguida, los costos de transacción tenderán a subir. Los fondos echarán mano a inversiones menos líquidas, lo que conlleva comisiones y descuentos más altos. El apoyo del Banco Central, clave en el primer retiro, enfrentará limitaciones para intervenir, porque los títulos serán liquidados en mercados más alejados de su ámbito de influencia.
Junto con ello, las carteras deberán ser reequilibradas para cumplir con las regulaciones y satisfacer las preferencias de los afiliados. Todos esos costos de ajuste recaerán en estos últimos y, particularmente, en los pensionados acogidos a retiro programado.
Pero quizás el costo más importante podría verse en el mediano y largo plazo. El sistema de pensiones descansa sobre bases individuales y privadas, pero tiene un componente de mutualidad o reciprocidad que permite gestionar eficientemente los fondos, alargar los plazos de las inversiones y obtener mejores rentabilidades. Si el dinero puede ser retirado masivamente, de la noche a la mañana, el beneficio de la reciprocidad se pierde.
Si se opta por autorizar nuevos retiros, por consideraciones que se escapan a este análisis, sería conveniente hacer distinciones y matizar. A modo de ejemplo, se podría priorizar a aquellos que más lo necesitan, contemplar el reintegro del dinero en el futuro, y cobrar impuestos a las personas de rentas más altas. Con ello se lograría un mejor balance de costos y beneficios.