Mercado bursátil: aclarando malentendidos
ENRIQUE MARSHALL Director Magíster en Banca y Mercados Financieros PUCV, Exvicepresidente del Banco Central
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Enrique Marshall
El mercado bursátil juega un rol fundamental para el buen funcionamiento de la economía. Sin embargo, es común que se generen malentendidos sobre sus actividades. Vayan aquí algunas reflexiones al respecto.
Primero, el mercado bursátil suele ser visto por muchos como el espacio donde unos pocos hacen negocios con prescindencia de los intereses del resto, pero esta es más bien una caricatura. Hoy, una fracción significativa de la población tiene inversiones en este mercado a través de los fondos de pensiones y los fondos mutuos de renta variable.
Años atrás, un activista de los derechos civiles en Estados Unidos hizo un viraje en sus actividades y se dedicó a la educación financiera. Le preguntaron por qué lo había hecho y contestó algo muy simple: “No quiero dejar a mis hermanos afroamericanos fuera de los beneficios de las inversiones bursátiles”. Estas, agregó, no pueden favorecer exclusivamente a la población blanca, como había sucedido hasta entonces.
Segundo, la experiencia nos enseña que, si las políticas públicas no son adecuadas, el mercado bursátil se jibariza. Ocurrió en el pasado. En los albores del siglo XX, la capitalización bursátil (valor de mercado de las acciones transadas en bolsa) equivalía al 10% del Producto Interno Bruto (PIB). No era una cifra enorme, pero sí bastante respetable para la época. Sin embargo, las políticas públicas condujeron a que cayera por debajo del 1% décadas más tarde.
A partir de fines de los años ochenta, el mercado se recuperó de la mano con buenas políticas económicas, financieras y tributarias. Así, antes de que se desatara esta crisis, ese mercado observaba una capitalización sobre el 72% del PIB, lo que se comparaba positivamente a nivel internacional.
Tercero, hace 20 años, se sustituyó el beneficio tributario del denominado artículo 57 bis por la exención a las ganancias de capital en las acciones de alta presencia bursátil. Fue una decisión fundada que se analizó en todos sus aspectos e implicancias. Se recurrió para ello a la literatura económica, la que provee argumentos en favor de la idea de entregar una exención o, por lo menos, un tratamiento diferenciado para dichas ganancias.
Por cierto, el tema es opinable y susceptible de revisión, pero no se puede sostener que la actual exención sea arbitraria o un simple “loophole” inventado por los inversionistas o sus asesores. Es bueno recordar que las sociedades anónimas están sujetas al impuesto de primera categoría y las personas naturales titulares de acciones, al impuesto global complementario por los dividendos que reciben anualmente.
Enfrentadas en esta hora al imperativo de una mayor recaudación fiscal, las autoridades económicas tendrán que sopesar argumentos y tomar una decisión. Lo importante es que lo hagan con serenidad y pensando en el interés público.