El “sistema” y las personas
Entre los muchos mitos que han logrado establecer como dogma los teóricos, opinólogos, expertos, analistas y otros de la especie que colman nuestros espacios de discusión...
Entre los muchos mitos que han logrado establecer como dogma los teóricos, opinólogos, expertos, analistas y otros de la especie que colman nuestros espacios de discusión, hay uno que se ha difundido especialmente. Es el dogma que establece que los problemas sociales son exclusivamente fallas de un sistema, el cual corregido corrige los problemas.
De esta manera, si en Chile existe pobreza es porque el sistema no da los incentivos adecuados, no genera las oportunidades necesarias y la solución corresponde a una nueva “política pública” para acabar con ella. Y así podrían darse muchos ejemplos en esta misma dirección. Sin embargo, esa mirada, la del “experto” o la del sistema, es parcial.
Olvida que el funcionamiento del sistema supone la actividad humana que es muchísimo más compleja y difícil de “corregir”. Y resulta que cuando reemplazamos la mirada integral por la parcial los sistemas se transforman en un “chivo expiatorio”: no importa el problema, corrijamos el sistema.
Por eso, entre las muchas razones que esgrimió Aristóteles para defender la propiedad está el hecho de que los males que se asocian a la propiedad no son males que vengan por la propiedad, sino que vienen de los hombres. En otras palabras, Aristóteles, que en esto disputó con Platón, dijo que no le echemos la culpa al empedrado. No pretendo con esto decir que los sistemas y formas de hacer las cosas sean irrelevantes. Existen sistemas más adecuados que otros, es deber de quienes hacen política conocer muy bien las ventajas y desventajas de tal o cual sistema y aún más, existen algunos que son de por sí malos; lo importante es no reducir el debate público a una cuestión exclusivamente técnica.
Se trata de entender que aún con el mejor sistema para derrotar la pobreza, avalado por todas las universidades del mundo posibles, la pobreza no será derrotada sin una cultura del esfuerzo, la libertad y responsabilidad personal. Tal como dijo el historiador Angel Soto recientemente: “Desconfío de las políticas públicas y prefiero confiar en las personas”. Y a lo mismo creo que apuntaba Cicerón cuando afirmó que la República Romana se fundaba en las instituciones políticas y en la moralidad tradicional de sus hombres.
Entender esto es fundamental a la hora de pensar en los problemas sociales. Podemos exigirle la solución de todos nuestros problemas a un sistema y, tal vez, ese “chivo expiatorio” no sirva para descargar nuestras pataletas sobre algo. Pero no está ahí la solución a nuestros problemas sociales. La solución pasa esencialmente por la cultura, por las personas. En definitiva: no le pidamos peras al olmo.