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El peligro del catastrofismo climático

Pilita Clark

Por: Pilita Clark | Publicado: Lunes 4 de septiembre de 2023 a las 04:00 hrs.
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Pilita Clark

Mientras las temperaturas abrasadoras baten récords en todo el mundo este año, he estado hablando con climatólogos sobre una pregunta que escucho a menudo.

¿Significan estos extremos térmicos que nos acercamos a puntos de inflexión críticos que, una vez superados, empujarán el clima de la Tierra a un territorio irreversible e inexplorado y a un calentamiento desenfrenado?

Ninguno de los investigadores con los que hablé esperaba que el calor récord desencadenara directamente cambios drásticos en el sistema climático mundial.

“La verdad sobre el calentamiento global ya es suficientemente mala. No necesitamos hipérboles dañinas”.

Algunos piensan que los extremos podían ser una señal de que algunas partes del sistema estaban perdiendo estabilidad. Podría ser “una señal de alerta temprana” de cambios más persistentes y bruscos, según Tim Lenton, de la Universidad de Exeter, uno de los principales expertos en puntos de inflexión.

Pero ni él ni ninguno de los demás pensaba que el galopante calentamiento global iba a convertir a la Tierra en algo parecido a un Venus abrasado inhabitable o a un desolado paisaje lunar.

Lo malo es que muchos no están de acuerdo. “Estamos condenados”, decía una típica publicación en las redes sociales el mes pasado, cuando las autoridades confirmaron que la Tierra había tenido su mes de junio más caluroso jamás registrado. El rápido calentamiento “causará la destrucción de la vida en la Tierra” mucho antes de 2050, advirtió otro después de que julio se convirtiera en el mes más caluroso jamás registrado.

No son los primeros indicios de catastrofismo climático, o “climate doomism”, el termino en inglés. El escritor estadounidense Roy Scranton publicó en 2015 un libro titulado “Aprender a vivir y a morir en el Antropoceno”, sobre cómo encontrar sentido en medio del “colapso de la civilización global”. Jem Bendell, un profesor británico, elaboró un documento en 2018 que generó un movimiento de “adaptación profunda” basado en la creencia de que la mayor parte del mundo pronto enfrentaría un colapso social influenciado por el clima.

Investigadores que estudiaron a 10.000 jóvenes de 10 países hace dos años descubrieron que el 56% de ellos estaba de acuerdo en que “la humanidad está condenada” y el 76% pensaba que el futuro era “aterrador”. Y eso fue en 2021, mucho antes de que en 2023 las aguas oceánicas frente a Florida se calentaran hasta alcanzar niveles de jacuzzi y se produjera una sorprendente ausencia de hielo marino antártico en pleno invierno.

No culpo a quien hoy teme por el futuro. El número de líderes políticos que abordan de forma significativa el creciente problema climático es irrisorio. La transición hacia una energía verde está en marcha, pero a un ritmo demasiado lento para detener definitivamente un calentamiento mucho mayor.

Y es realmente alarmante ver gráficos como el que me envió Colin Morice, científico del equipo de seguimiento del clima del Centro Hadley del Servicio Meteorológico del Reino Unido. En junio, las temperaturas del océano Atlántico Norte se situaron 1.49ºC, una cantidad sorprendente, por encima del promedio del período de 1961 a 1990. El último récord establecido para ese mes, en 2010, fue de 0.96ºC por encima del promedio.

Pero el pensamiento catastrofista es peligroso porque genera parálisis y distanciamiento, que es precisamente lo que buscan las fuerzas de la inacción climática.

No es de extrañar que un número creciente de científicos compare ahora a los catastrofistas climáticos con los negacionistas del clima que durante años sembraron la duda sobre la existencia y las causas del calentamiento global.

“Es muy extraño”, dice el climatólogo estadounidense Jonathan Foley. “Hace unos años, los activistas negacionistas del cambio climático soltaban tonterías sobre la ciencia del clima y decían: ‘Están exagerando esta situación’. Y ahora tenemos a los catastrofistas climáticos que dicen ‘Oh, están minimizando lo que va a ocurrir’”.

Creo que los catastrofistas aún no se han acercado a causar tanto daño como los negacionistas que contribuyeron a paralizar los primeros esfuerzos para reducir las emisiones de carbono, o sus hermanos modernos que exageran a sabiendas los costos de las acciones contra el cambio climático.

Pero es fácil de entender cómo se puede extender el pensamiento catastrofista, sobre todo en un año como éste, en el que el calentamiento provocado por El Niño se suma al aumento de las temperaturas provocado por el hombre. Esto está llevando a confusión sobre los puntos de inflexión y el llamado calentamiento desenfrenado.

Las partes del sistema climático con posibles puntos de inflexión que preocupan a los científicos, como el retroceso de la selva amazónica o el deshielo de las capas de hielo polares, podrían afectar a millones de vidas. Resulta imposible minimizar los riesgos. Pero no son en absoluto lo mismo que un punto de inflexión en el calentamiento global propiamente dicho, que realmente haría imaginable una Tierra como Venus.

Vale la pena recordar esto. También lo es el hecho de que los puntos de inflexión climáticos están ahora en una carrera con los puntos de inflexión tecnológicos que podrían impulsar el uso cada vez mayor de coches eléctricos o energías renovables. Y lo que es mejor, los científicos han revisado drásticamente sus estimaciones sobre lo que ocurriría si estas tecnologías nos ayudaran a llegar a cero emisiones netas de CO₂: la temperatura global dejaría de subir en unos pocos años.

La cuestión es que cada décima de grado de calentamiento que evitemos es crucial. El catastrofismo puede parecer seductor o incluso inevitable. Pero, en última instancia, es un lujo que sólo unos pocos pueden permitirse.

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