El crecimiento no puede esperar
Hernán Cheyre V. Centro de Investigación Empresa y Sociedad (CIES), U. del Desarrollo
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Hernán Cheyre V.
Mientras continúan los análisis acerca de los resultados electorales del domingo pasado y los distintos sectores políticos discuten acerca de las mejores fórmulas para adaptarse a la nueva realidad política que se instaló, lo concreto es que la economía sigue su curso en el marco de un ajuste que está golpeando fuerte a los chilenos.
Aunque este ajuste era inevitable, lo que preocupa es lo que viene después, ya que las perspectivas de crecimiento tendencial apenas superan el 2%, tasa absolutamente insuficiente para crear los nuevos puestos de trabajo requeridos para poder mejorar la calidad de vida de los chilenos en forma sostenible, así como para generar los recursos fiscales adicionales que se van a necesitar para estabilizar las finanzas públicas en un contexto de mayor demanda por gasto público en diferentes áreas.
“Aunque el ajuste económico era inevitable, lo que preocupa es lo que viene después, ya que las perspectivas de crecimiento tendencial apenas superan el 2%, absolutamente insuficiente para crear los nuevos puestos de trabajo requeridos para el progreso del país”.
El “antioctubrismo” que subyace al resultado de la reciente elección de consejeros constitucionales da cuenta de una sociedad que, desencantada luego de un negativo balance sobre los efectos que se desencadenaron a partir del 18-O, está demandando mayor estabilidad y mayor seguridad, lo cual, obviamente, incluye la esfera económica. Y es por ello que darle sentido de urgencia al tema del crecimiento económico es un imperativo en las actuales circunstancias. No basta con que el ajuste termine de buena forma. Tan importante como esto es mejorar la capacidad de crecimiento de largo plazo de la economía chilena, ya que de lo contrario se van a incubar en la población frustraciones mayores -con un riesgo desestabilizador evidente- a las que ningún texto constitucional le podrá hacer frente.
El mundo político en su conjunto debe tomar conciencia de este desafío cuanto antes, pero especialmente el Gobierno, que tiene la responsabilidad de liderar el proceso de reformas que se van a requerir para que la economía chilena retome una senda de crecimiento que, mantenida durante casi 35 años, le permitió al país casi triplicar su ingreso per cápita, reducir la pobreza de más de un 40% a menos de 10%, y mejorar la distribución del ingreso.
En la cruzada del crecimiento la mirada que debe prevalecer es el pragmatismo, privilegiándose el diseño de políticas basadas en evidencia empírica que le den sustento técnico. El punto de partida deberían ser los temas que hoy concentran el debate económico, como lo son la discusión tributaria, la reforma previsional y la estrategia del litio.
En el tema de los impuestos, no se puede obviar que los gravámenes al ahorro y a la inversión tienen una incidencia negativa directa en el crecimiento económico, de manera que el proyecto original debe ser enmendado; en el ámbito previsional, hay abundante evidencia de que los sistemas de reparto no sólo no son sostenibles financieramente, sino que por su impacto negativo sobre el ahorro afectan negativamente la profundidad del mercado de capitales, eslabón fundamental para poder financiar una mayor tasa de inversión, de manera que el foco debe seguir siendo la capitalización; y en el caso del litio, la necesidad de aprovechar la ventana de oportunidad que todavía sigue abierta obliga a actuar con prontitud, debiendo el Estado ceder el protagonismo a las empresas privadas que conocen el negocio y que disponen de las tecnologías requeridas para explotar este mineral de una manera más sustentable, cobrando por supuesto por el derecho a explotar los yacimientos, cuyo propietario es el Estado.