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El cada vez más exigente rol del empresario

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Con el paso del tiempo comprendemos cada vez más que el rol del empresario no solo pasa por cumplir simultáneamente con la sociedad en tres grandes ejes: brindar rentabilidad a los accionistas, dar empleo y pagar impuestos. En la perspectiva actual se les exige más, pues se debe satisfacer las demandas de los más variados grupos de interés: a los clientes, otorgándoles productos y servicios razonables y con transparencia y en competencia; a los proveedores, con un trato justo y equilibrado; a la comunidad en que se está inserta, tomándola en cuenta como socio estratégico desde la génesis del negocio; a las generaciones futuras, cuidando el medio ambiente; a los competidores, actuando lealmente; y por sobre todo, resolviendo razonablemente los conflictos de interés, anteponiendo el bien público por sobre el personal.

Por ello, para que la generación de actividad económica sea legítima, se requiere ampliar el estándar de comportamiento a estas mayores exigencias y que los tomadores de decisiones en la empresa muestren un proceder ético en la raíz de sus impulsos, vocación y determinación a la acción. Así lo recuerda el Papa emérito Benedicto XVI, en Caritas in Veritate: “La ganancia de la actividad empresarial es legítima cuando ésta se orienta al bien común, tanto en la forma de adquirirla como de utilizarla”.

Lo anterior no siempre puede ser cuidado eficazmente con mayor regulación. Se requiere de la actuación decidida de la comunidad de negocios para separar a los malos actores, a los socialmente irresponsables. Así también, los partícipes secundarios de quienes operan con ellos tienen su cuota de responsabilidad, por ser una membrana permeable al ambiente corruptivo de quien maquina originalmente una mala acción.

Digno de destacar es cómo en el último caso de relevancia pública en Chile, los mismos inversionistas levantaron y denunciaron el tema en cuestión. Es notable también la diligencia de la autoridad fiscalizadora y la calidad de la investigación llevada a cabo.

Respecto del camino a seguir, es interesante tomar como ejemplo la evolución de la venta de productos financieros, después de los escándalos de las últimas dos décadas en Estados Unidos, consecuencia de la asimetría de información entre el cliente y la entidad financiera vendedora. Poco a poco se ha ido estandarizando la obligación y responsabilidad del vendedor de realizar la indagación necesaria del cliente, para evaluar equitativamente su capacidad de comprensión de la complejidad y riesgo del producto financiero ofrecido. Antes, un producto de esta naturaleza sólo implicaba algún tipo de responsabilidad moral, pero sin ningún alcance legal o penal. Hoy eso ya no es así, y la ley establece posibles sanciones.

Lo anterior nos permite imaginar que habrá mayor rigurosidad y apego a la ética en la actuación empresarial, con un decidido esfuerzo por comprender la legitimidad del negocio de la contraparte y condenas ejemplificadoras ante eventuales faltas.

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