Del compliance a la integridad
Paula Valenzuela Gerente General Fundación Generación Empresarial
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La forma en que las empresas se aseguran de cumplir con ciertos estándares, ya sean legales, regulatorios, estratégicos o de políticas internas, es el compliance. El concepto llegó a Chile empujado por la industria financiera y su creciente regulación en materias como la prevención de delitos, particularmente corrupción o lavado de activos. Pero la exigencia de los mercados internacionales ha llevado a ampliar su campo de acción a la prevención de riesgos en materias de libre competencia, sustentabilidad, relación con trabajadores, proveedores, clientes, comunidades, y el medio ambiente, entre otros.
Los riesgos pueden estar en cualquier rincón de una gran organización, por lo que el establecimiento de reglas y equipos de verificación de su cumplimiento no suelen ser suficientes para asegurar la verdadera prevención. Por ello, es necesario construir una cultura corporativa que tenga la ética y la integridad como elementos fundantes de la forma de ser y hacer empresa.
A nivel internacional, un excelente ejemplo es el de Siemens, tras los escándalos de corrupción en los que se vio envuelta durante la década pasada. Luego de esta etapa, su equipo de cumplimiento pasó de 20 a 600 personas en unos pocos años, a través de oficiales de cumplimiento contratados para ello, en todas las áreas y oficinas regionales de la empresa. Lo interesante es que los oficiales de cumplimiento no actúan solos sino que cuentan con el apoyo de embajadores de cumplimiento presentes en todas las operaciones, quienes asumen esas labores adicionales a las de su trabajo habitual y son el primer punto de contacto del aparato de compliance, funcionando como transmisores culturales y guías de sus colegas.
En Chile, varias empresas han comenzado a dar pasos importantes. Un buen ejemplo es Sodimac, que implementó una red de consejeros de integridad, también como primera línea de contacto, canalizando denuncias, promoviendo el uso de la plataforma de integridad y guiando a los colaboradores en su uso. Para hacerlo, se apoyaron en la gran importancia que para la compañía ha tenido la relación con sus trabajadores, razón por la que esa función de integridad se asignó a los asistentes sociales de las oficinas de calidad de vida.
El desafío, entonces, es pasar desde la perspectiva técnica de cumplimiento de estándares, a la generación y promoción de una cultura corporativa de ética y mejores prácticas, definida desde la cima de la organización, pero promovida desde todos sus niveles. Es decir, ya no solo un tone from the top sino también un tone from the middle. Pasar desde el qué no hacer, hacia el cómo hacer empresa de una mejor manera. Esto es avanzar desde el compliance hacia una sólida cultura de integridad.