Crónica de un estancamiento anunciado
CECILIA CIFUENTES Economista y directora del Centro de Estudios Financieros del ESE, UAndes
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CECILIA CIFUENTES
He recordado últimamente una charla que di en agosto de 2014 sobre el contexto político y económico de Chile en ese momento. Mi última lámina era una pregunta: “¿Bienvenidos a la Trampa del Ingreso Medio?”
La respuesta que me parecía más probable entonces era afirmativa: nuestro país dejaría su excelente posición en términos de mejoría del ingreso per capita para crecer a un ritmo similar a la expansión de la población. Lamentablemente, así ocurrió. De un crecimiento promedio del PIB de más de 5% entre 1990 y 2013, pasamos a una cifra de menos de 2% entre 2014 y 2023. Entre 1990 y 2013 el PIB per cápita subió de US$ 2.500 a US$ 15.700, y desde entonces se ha mantenido estancado en términos de tendencia.
“En el actual clima político los buenos resultados económicos son imposibles, confirmando la caída del crecimiento de tendencia a menos de la mitad del que se estimaba hace una década”.
¿En qué se fundamentaba mi pesimismo, el cual, lamentablemente, terminó siendo realista? Las razones principales eran dos, una económica y otra de orden político.
La causa económica consistía en la evidencia del fin del boom de los commodities, que había sido un impulso importante al crecimiento entre 2003 y 2013. No se trataba de una caída muy importante del precio del cobre, sino principalmente del significativo aumento de los costos de producción.
La causa política era el fin del clima de amistad cívica, que había permitido la implementación de buenas políticas públicas desde el retorno a la democracia. A partir de 2011, el clima político se polarizó, liderado por los que hoy gobiernan, que tenían una mirada muy crítica del proceso de desarrollo hasta ese entonces. En base a un diagnóstico simplista y con errores gruesos, culpaban al llamado modelo neoliberal de todos los problemas del país, reflejados principalmente en la mala distribución del ingreso. Poco importaba que los indicadores de desigualdad estaban mejorando, y que en realidad las principales fallas estaban más en el Estado que en el mercado.
La ex Concertación se sumó a ese diagnóstico, logrando con ello recuperar el gobierno, en base a un ambicioso y radical programa de reformas, centrado en un mayor rol redistributivo del Estado y con muy poco énfasis en el crecimiento. En agosto de 2014, fecha de mi charla, ya se había aprobado parte de esas reformas, dañinas al crecimiento, lo que, sumado al fin de la bonanza minera, llevó a que se cumplieran mis reducidos pronósticos de crecimiento.
En ese contexto de resultados menos que mediocres, la centroderecha recuperó el gobierno en 2018, nuevamente, a mi juicio, con un diagnóstico desacertado, al considerar que con algunas correcciones de políticas se podía recuperar el proceso de desarrollo. No sólo no lograron la aprobación de esas reformas, sino que además empezó a ser evidente el daño estructural al crecimiento, mientras las expectativas de la población seguían basadas en los buenos resultados del pasado.
La frustración frente a resultados mediocres fue una de las causas de la crisis política de octubre de 2019, de la que aún no hemos logrado salir (aunque al menos evitamos el precipicio al que nos quiso arrastrar la fallida Convención Constitucional). En este clima político los buenos resultados económicos son imposibles, confirmando la caída del crecimiento de tendencia a menos de la mitad del que se estimaba hace una década.
¿Cómo salimos ahora de este proceso de estancamiento anunciado? Una condición necesaria es enterrar el discurso polarizante y anti-crecimiento del Partido Comunista y el Frente Amplio. Es necesario también mejorar la calidad de la política, y en esa materia, creo que votar A Favor en diciembre podría ser un primer paso positivo para salir de esta autoinfligida “Trampa del Ingreso Medio” en la que caímos hace una década.