Crecimiento 2023: más cautela que nunca
Rodrigo Aravena González Economista Jefe – Banco de Chile
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Rodrigo Aravena González
No fue poca la conmoción que generó el alza de 0,4% del Imacec en enero. Ello no era de extrañar, ya que, junto con ubicarse muy por sobre las expectativas de mercado, también constituyó el primer registro positivo desde agosto de 2022. Luego de su publicación, la Encuesta de Expectativas Económicas del Banco Central mostró una importante mejora en las estimaciones de crecimiento para este año, en un contexto donde las máximas autoridades del Ejecutivo llevaron a cabo una activa (y poco frecuente) vocería sobre el aparentemente buen desempeño de la economía.
Es indudable que un mayor crecimiento es una buena noticia para el país, más cuando hay riesgos relevantes de recesión. Sin embargo, es importante consignar que hoy, más que nunca, debemos ser especialmente cautos con las perspectivas para el año, ya que aún estamos lejos de retomar una senda sostenible de mayor bienestar para el país.
“Si bien es cierto que la economía chilena ha mostrado una mayor resiliencia, aún se espera que tenga una caída, aunque más leve que un par de meses atrás, e incluso que sea el único país de la región con una contracción”.
Si bien es cierto que la economía chilena ha mostrado una mayor resiliencia, ello no sólo ha sido un fenómeno local. Durante los últimos meses ha existido un alza en las estimaciones de crecimiento en los principales socios comerciales de Chile, como China (donde las proyecciones se han revisado a más de 5% para 2023); Estados Unidos, donde la economía, de acuerdo al consenso, crecería casi 1%; o bien la Zona Euro, donde hoy se espera que su PIB no tenga un decrecimiento.
Pese a ello, aún se espera que Chile tenga una caída (aunque más leve que un par de meses atrás) e incluso sea el único país de la región con una contracción. De ello, es directo apreciar que la comparación internacional no es precisamente muy favorable.
A lo anterior se debe añadir la ausencia de mejoras estructurales en la economía chilena que nos hagan pensar en una mayor capacidad de crecimiento sostenible. Si bien hay algunos elementos que podrían indicar un riesgo quizás algo más acotado que en 2022, hay una serie de discusiones aún en curso que, de no tener un buen resultado, podrían incluso deteriorar más los fundamentos del país.
Entre ellos, la importancia de que potenciales cambios en el sistema de pensiones no afecten el mercado de capitales (es decir, el acceso y capacidad de las personas para acceder a ahorro e inversión), como así también de que las propuestas de cambios tributarios no mermen la capacidad de crecimiento, inversión y empleo. Asimismo, pese a los bordes que se han definido en el proceso constituyente en curso, no podemos desconocer el rol crítico que tiene un buen diseño de sistema político sobre la estabilidad de largo plazo. En la medida que no se esclarezcan estos temas, resulta muy difícil justificar una mejora en nuestro crecimiento que vaya más allá del ciclo económico.
No puedo finalizar sin mencionar el aumento en los riesgos globales tras la caída de algunos bancos en EEUU, sobre todo en cuanto al impacto sobre entidades sistémicas a nivel global. Si bien aún es una noticia en desarrollo, es fundamental analizar la capacidad de las medidas anunciadas por diversas autoridades globales para, en el corto plazo, frenar una salida masiva de depósitos y, en segunda instancia, mitigar el impacto de pérdidas patrimoniales que finalmente se terminan diluyendo en la economía.
Si bien la muy sólida posición de la banca chilena -caracterizada por buenos niveles de capital, altos niveles de liquidez y buena calidad de cartera- reduce el riesgo de contagio financiero, no podemos desconocer el riesgo de impactos en la actividad. Todo ello nos lleva a ser aún más cautos y evitar conclusiones autocomplacientes sobre nuestra economía.