Consumidoras en tiempos de crisis: manual de ayuda
Paula Loyola Schmidt Directora de empresas
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Paula Loyola Schmidt
Sin duda es importante que haya más mujeres en los directorios de empresas, como tanto se ha discutido en las últimas semanas. Pero si se trata de ayudar (y comprender) a las mujeres, hay formas más prácticas de hacerlo y que no requieren complejas reformas legislativas.
Como lo relevan muchos estudios a nivel global, el género femenino es responsable de más del 70% de las transacciones de compra en categorías tan diversas y masivas como bienes de consumo, viajes, artículos para el hogar, alimentos, transporte, ropa, artículos deportivos, juguetes, accesorios tecnológicos, etc. Ser conscientes de esta realidad es clave en tiempos complejos de alta inflación.
“¿Cómo abordar el desafío de entender a las mujeres consumidoras en medio de una crisis económica? Responder esto es clave en tiempos de alta inflación”.
¿Cómo abordar el desafío de entender a las mujeres consumidoras en medio de una crisis económica? Veo al menos tres tendencias muy interesantes.
La primera es el e-commerce de suscripciones básicas, aprovechando que en la post pandemia valoramos más que nunca el tiempo personal. En este sentido, es muy probable que veamos más que suscripciones caras a clubes de queso o vino; también suscripciones asequibles de productos de primera necesidad, como papel higiénico, huevos, desodorante y gaseosas. Todo lo que permita tener la despensa surtida, al menor costo posible en términos de tiempo y dinero.
Según Insider Intelligence, de eMarketer, el tamaño de este mercado al cierre de 2021 en Estados Unidos era de US$ 29 mil millones, y crecerá un 48% los próximos tres años. Un 54% de estas subscripciones están ya en categorías de comida y cuidado personal. En suma, lo que pueda ser programable, se programará, y ojalá nos lo ofrezcan de manera flexible, esa es la lección.
Luego están los productos “buenos” y los mercados secundarios, porque la tendencia de tener menos cosas llegó para instalarse. Ojalá sean mejores y nos duren un poco más, o nos permitan reciclarlas en mercados intermedios. No sólo importa el precio del producto o el look. Tampoco y exclusivamente que sea producción limpia y su impacto trazable. Estaremos cada vez más pensando en conceptos como segunda mano, “vintage” o circular, y en las ventajas de precio que se pueden obtener gracias a ello.
Según Forbes, en 2019 hasta antes de la pandemia, el mercado de ropa de segunda mano en EEUU se expandía 21 veces más rápido que el tradicional. Luego del Covid su crecimiento se aceleró aún más, lo que significará que se triplique al 2029, llegando a superar los US$ 80 mil millones.
Porque incluso estamos teniendo menos hijos, porque queremos ser mejores madres, menos es más.
Por último, la esencia de toda buena experiencia es el buen trato. Y más allá de un trato digno, ojalá que generar un momento memorable sea reforzado y esté en línea con las instancias de contacto cotidiano. Lamentablemente, hemos visto una proliferación de sistemas automatizados y protocolos de call-center que dañan las experiencias que tanto se han demorado en diseñar los expertos. ¿De qué sirve que la música ambiente sea envolvente, o que me ofrezcan agua al llegar, si cuando tengo un problema de verdad, nadie parece querer resolverlo?
Este punto es quizá el más importante en estos momentos, si se trata de cumplir con las promesas que floridamente anunciamos en nuestra misión empresarial y paredes corporativas.