Billetes y monedas: ¿muerte natural o forzada?
Enrique Marshall Director Magíster en Banca y Mercados Financieros PUCV, Exvicepresidente del Banco Central
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Enrique Marshall
El efectivo ha cedido terreno en forma significativa en las últimas décadas. Los saldos mantenidos por el público ya no crecen como lo hacían tiempo atrás; y el uso que se hace de él como medio de pago ha perdido liderazgo. Hoy, billetes y monedas aparecen amenazados o simplemente desplazados por los medios no tradicionales: tarjetas y transferencias electrónicas.
La pregunta que surge en este contexto es si debemos dejar que esta tendencia de gradual declinación continúe o si procede forzar las cosas y poner término anticipado a la vida del efectivo. Reconociendo que se trata de un asunto opinable y debatible, quisiera aportar algunas consideraciones relevantes para el análisis.
“No es aún el momento de forzar la ‘muerte’ del efectivo, pero sí de educar y persuadir a los consumidores sobre las bondades de los pagos digitales”.
La experiencia muestra que el uso de medios digitales conlleva múltiples beneficios para todos, relacionados principalmente con reducciones de costos y mejoras de eficiencia. Pero estos beneficios se deben imponer por su propio peso, sin recurrir a restricciones o prohibiciones artificiales. La experiencia enseña que reducir opciones difícilmente genera beneficios.
Por cierto, pueden existir excepciones, pero deben justificarse muy bien. Uno de los principales argumentos en favor de la eliminación del circulante es que esto le pondría trabas más efectivas al narcotráfico y la delincuencia. Sin embargo, existen también otras formas de avanzar en esa línea, sin necesidad de suprimir completamente el circulante.
Una consideración adicional es que todavía no es claro qué instrumento sustituirá al efectivo: una moneda digital del Banco Central o dinero bancario. Tampoco se han aquilatado bien todas las implicancias de una u otra opción. Por lo demás, interrumpir la emisión de billetes y la acuñación de monedas sería una reforma de envergadura mayor para nuestro orden público económico, lo que tendría connotaciones no sólo técnicas, sino también de orden político.
Con todo, ciertas acciones públicas y/o privadas son pertinentes para facilitar los avances en digitalización y el perfeccionamiento del sistema de pagos. Una de ellas es que todos coincidamos en que el país no requiere billetes de denominaciones superiores a los veinte mil pesos.
Otra decisión razonable sería limitar generalizadamente la entrega y recepción de pagos en efectivo por montos altos. Si se procede en ese sentido, sería necesario flexibilizar, con los debidos resguardos en materia de seguridad, los pagos digitales para montos intermedios o altos. La revisión de las reglas y prácticas aplicables al vale vista en formato electrónico podría ayudar mucho en esa perspectiva.
En suma, si bien ciertos perfeccionamientos o mejoras son recomendables en estos momentos, no ha llegado aún el momento de forzar la “muerte” del efectivo. La orden del día es más bien informar, educar y persuadir a los consumidores sobre las bondades de los pagos digitales.