Después de la votación, el diálogo
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ace una semana dijimos en este espacio que la de ayer iba a ser “una elección como ninguna otra”.
Por primera vez los chilenos votaron en cuatro comicios a la vez, dos de ellos inéditos: los de gobernadores regionales y convencionales constituyentes. Pese a la novedad, y también pese a la complejidad adicional de efectuarse la elección durante una emergencia sanitaria -lo que obligó a realizarla en dos días-, la votación se desarrolló generalmente con normalidad en todo el país y los resultados se conocieron en forma temprana y ordenada.
Sobre las elecciones para alcaldes, gobernadores y concejales el balance político de los resultados deberá analizarse en los próximos días, pero es claro que en la votación más emblemática -la convención constituyente- el veredicto no puede ser otro que un fracaso para quienes la validaron como salida a la crisis desatada a fines de 2019: la clase política tradicional.
No se trata sólo de que el eje izquierda-derecha parece cada vez más desdibujado, al menos en términos de las definiciones de los candidatos elegidos, sino de que la irrupción de independientes podría relegar a un rol secundario a los partidos políticos, protagonistas por antonomasia del proceso democrático. La ciudadanía ya había expresado esta desconfianza al rechazar tajantemente la opción de una convención mixta en octubre pasado, pero los resultados de ayer representan, en efecto, un “reordenamiento del naipe”, como plantea una columna en esta página.
Por un lado, la clase dirigente debe sacar transversalmente las conclusiones correctas (y dolorosas) sobre la fuerte crítica que implica lo anterior a su desempeño en años recientes. Sólo el nivel del debate parlamentario durante este año, por ejemplo, lo justifica plenamente. Por otra parte, es claro que únicamente el diálogo constructivo hará posible que los miembros de la convención hagan el complejo trabajo que se espera de ellos.
Será tarea de todo el país cuidar un clima que lo permita.