La Nueva Agenda: apódosis
Ralf Boscheck Decano Escuela de Negocios UAI
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Ralf Boscheck
Hace un año, la Escuela de Negocios de la UAI organizó una reunión llamada Navegando el Futuro. En ese momento, nadie imaginaba lo que iba a pasar. Desde entonces hemos visto un conflicto social que dejaba al país suspendido; ahora, todo el mundo está luchando contra un enemigo invisible. Esta crisis está acentuando y, al mismo tiempo, cubriendo algunas fuerzas fundamentales que afectan el futuro de este país y de la región. Por eso, a finales de abril invitamos a discutir: “¿Cuál podría ser La Nueva Agenda para todos nosotros?” Hemos visto un discurso sofisticado y una moderación tan lúcida como se esperaba. Sin embargo, me ha dejado cuestionando mis propias expectativas.
¿Somos realmente capaces de ponernos de acuerdo en una agenda colectiva? Sabemos que, en la política, el control de la agenda es clave para lograr el resultado deseado. Sabemos que ningún sistema de votación puede alinear los intereses individuales y públicos, y que votar por normas constitucionales solo puede dar resultados justos si no conocemos cómo nos afectan. Entonces, ¿por qué nos reunimos un sábado para conversar sobre “la nueva agenda para todos nosotros”? Porque hay esperanza de que, de alguna manera, se pueda sacar algo positivo de la situación actual. La pregunta es cómo.
A la sazón, ¿cómo podemos llegar a un acuerdo? La coordinación entre egoístas –en la concepción clásica de Adam Smith¬– se basa en la interacción de mercados, regulaciones y una ética social. Así, enfrentando problemas apremiantes –como los de hoy en día– con mercados y regulaciones ineficientes o mal preparados, las sociedades efectivas recurren a un razonamiento “centrado en la comunidad” para mantener la confianza y la capacidad de cooperar.
Hay muchos ejemplos históricos. En su contribución, Andrés Velasco nos recordó que, para los ingleses, las dos guerras mundiales no solamente resultaron en una unificadora prueba nacional, sino, además, en una experiencia tenaz. ¿Podría aplicarse algo similar a Chile? ¿Qué necesita pasar para que Chile –fraccionado por su historia lejana y reciente– se una frente a un enemigo común, olvidando todo que lo que lo divide ¬–los clichés políticos, la soberbia clasista y la envidia social? Y, ¿sería esto suficiente para crear un cambio sostenible? O, al revés: ¿qué sucedería si el coronavirus no vence a la obstinación? ¡Veremos los prejuicios, acusaciones y racionalizaciones de siempre!
Sobre este tema, Benito Baranda nos preguntó: (1) ¿Cómo vemos al prójimo? (2) ¿Cómo lo tratamos? y (3) ¿Cómo institucionalizamos el resultado de esta reflexión para llegar a una sociedad justa?
Para mí, una sociedad justa no depende de los incentivos, sino de la voluntad, así como de la educación y los principios. Si no quieres cambiar, es tu decisión. Si quieres un cambio, ofrece la solidaridad que nos falta, demuestra virtudes que inspiren confianza y vive la colaboración que nos respalda en la competencia. ¡Si no podemos ponernos de acuerdo en una agenda colectiva, no esperes la de los demás, toma la iniciativa, haz tú lo que sea necesario!
Hasta aquí bien, ¡pero atención! En este momento, la economía global se ha frenado y no podemos esperar a reanimarla. Antes de hacerlo, tal vez debemos pensar en todos los problemas que siempre hemos querido resolver, pero nunca nos sentimos capaces, por no detener la máquina. Visto así, tenemos francamente una gran oportunidad, posiblemente única. Falta solamente una cosa: un acuerdo sobre una Nueva Agenda para todos.