“Fatiga del Zoom”: Los motivos detrás del cansancio tras meses de videoconferencias
Estudio plantea que alza de la carga cognitiva, la mayor autoevaluación constante, las cantidades excesivas de miradas de cerca y la movilidad reducida podrían explicar el problema.
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Durante los primeros meses de la pandemia, las plataformas de videollamada eran vistas como la solución a la distancia física que resultaba de las medidas impuestas por los gobiernos para contener los contagios de coronavirus. Pero, a medida que pasaba el tiempo, el exceso de reuniones laborales y sociales a través de estas plataformas hizo cada vez más habitual la denominada “fatiga del Zoom”.
Este es el fenómeno que examina “Sobrecarga no verbal: un argumento teórico para las causas de la fatiga del Zoom”, análisis elaborado por investigadores del Virtual Human Interaction Lab de la Universidad de Stanford, que expone cuatro argumentos para explicar cómo aspectos de la interfaz de Zoom probablemente conlleven a consecuencias psicológicas.
Estas posibles explicaciones son el incremento de la carga cognitiva -resulta más complejo interpretar señales que en el contexto presencial-, la mayor autoevaluación ante la sensación de estar mirándose a un espejo varias horas, las cantidades excesivas de miradas de cerca y la movilidad reducida.
Según la directora de Investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales (UDP), Elisa Ansoleaga, los planteamientos del artículo pueden aplicarse a Chile, simplemente porque en el país ha ocurrido lo mismo que en el resto del mundo.
Basándose en hallazgos de investigaciones académicas anteriores -aplicados a la realidad actual del Zoom-, el paper aclara que “el software ha sido una herramienta esencial para la productividad, el aprendizaje y la interacción social”, pero también propone mejoras.
Anna Queiroz es investigadora visitante en el Virtual Human Interaction Lab y parte del equipo que elaboró el documento, y explica que “como encontramos que la fatiga aumenta cuando aumenta la frecuencia y duración de las reuniones, un primer paso sería tener en cuenta esta información a la hora de programar reuniones”.
“Muchos de estos problemas podrían resolverse con cambios triviales en el diseño de la interfaz de Zoom. Por ejemplo, la configuración predeterminada debería ocultar la ventana propia en lugar de mostrarla, o al menos ocultarla automáticamente después de unos segundos una vez que los usuarios sepan que están enmarcados correctamente”, sugiere el paper, y también indica que puede haber un límite en el tamaño de Zoom que muestra una cabeza determinada.
Más allá de las modificaciones técnicas, las mismas personas pueden implementar cambios sencillos como usar una cámara y teclado externos que permitan mayor movilidad, hacer que las reuniones de “solo audio” sean la opción predeterminada o conversar más por teléfono.
¿Vuelta a la oficina?
Aunque ya hay empresas que han anunciado el retorno a las oficinas, es innegable que la forma de trabajar cambió, y que con ello las videoconferencias se convirtieron en herramientas clave. Ansoleaga, doctorada en Salud Pública de la U. de Chile, comparte ese diagnóstico, pero advierte que “hay algo de la presencialidad, de lo relacional y de encontrarnos cara a cara que no puede ser reemplazado en esa virtualidad”.
La académica UDP también plantea que los cambios hacia la virtualidad de las empresas “en general no han implicado cambios en los sistemas contractuales”, a lo que agrega que “es legalmente inaceptable que transiten a un sistema sin cambiar las condiciones en que se organiza el trabajo”.
“Si sabemos que ocurre esto, que la exposición a largas horas de reuniones virtuales provoca fatiga mental, eso va a tener efectos en las personas y finalmente también va a tener efectos en los resultados de las empresas”, dice Ansoleaga, y agrega que “parece razonable que se establezcan límites, que esos límites no sean impuestos, sino que sean acordados con los trabajadores”.