Sudáfrica reporta su primera recesión desde 2009 y suma vulnerabilidad a emergentes
El costo de asegurar la deuda del país a cinco años es ahora la cuarta cifra más alta entre las naciones en desarrollo, detrás de Argentina, Turquía y Brasil.
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Sudáfrica cayó en su primera recesión desde 2009 en el primer semestre, aumentando la preocupación de los inversionistas por las perspectivas de los mercados emergentes, que ya están nerviosos por el destino de Argentina, Turquía y Brasil.
El Producto Interno Bruto de la nación más industrializada de África subsahariana bajó 0,7% en el segundo trimestre, tras una contracción de 2,6% durante los primeros tres meses del año, informó la oficina de estadísticas ayer.
La moneda local, el rand, llegó a caer hasta 3,2% frente al dólar tras la publicación de los datos, tocando su menor nivel desde junio de 2016. Y es que la recesión aumenta el perfil de riesgo del país en momentos en que los activos de los mercados emergentes están bajo presión por un dólar al alza y la guerra comercial entre Estados Unidos y China.
Moody’s advirtió en marzo que podría bajar la calificación de la deuda en moneda local si el compromiso del gobierno por revivir el crecimiento y estabilizar la deuda fracasaba. De este modo, la agencia dejaría la deuda en rands en terreno basura, sumándose a S&P y Fitch.
El costo de asegurar la deuda del país a cinco años usando credit-default swaps (CDS) subió 28 puntos base, a 259, la cuarta cifra más alta entre las naciones emergentes, detrás de Argentina, Turquía y Brasil.
“Los inversionistas en mercados emergentes han tenido un verano (boreal) difícil. Desafortunadamente, es poco probable que septiembre entregue mucho alivio”, dijo James Lord, estratega de Morgan Stanley, a Financial Times.
Caída transversal
La caída de la actividad económica en Sudáfrica fue transversal, con la agricultura, el comercio y la manufactura reportando un desempeño negativo en el segundo trimestre. La oficina de estadísticas corrigió además la contracción del primer trimestre, para reflejar que fue más pronunciada de lo informado inicialmente.
“El punto de partida fue incluso peor a lo que asumimos”, afirmó Razia Khan, economista jefe para África de Standard Chartered, a FT. “Sudáfrica tendrá que esforzarse más para alcanzar el crecimiento. Un cambio político positivo por sí mismo no va a ser suficiente”.
La economía sudafricana no ha podido traspasar el umbral de 2% de crecimiento anual desde 2013. Eso se explica en parte por una serie de obstáculos estructurales, entre ellos un desempleo de más de 27%. El aumento en el precio de los combustibles también ha puesto presión sobre los consumidores sudafricanos.
La recesión subraya además el desafío de Cyril Ramaphosa, quien asumió como presidente en febrero en reemplazo de Jacob Zuma. El exmandatario, que rigió el destino del país por casi nueve años en un gobierno plagado de corrupción, y con una economía estancada, debió dejar el cargo antes de tiempo tras perder el control del gobernante partido Congreso Nacional Africano.
Nuevo amanecer
Ramaphosa, un líder sindical convertido en magnate que ganó la lucha interna para convertirse en la cabeza del partido, llegó a la presidencia con la promesa de lograr un “nuevo amanecer” económico y atraer US$ 100 mil millones en inversión extranjera.
De hecho, en un intento por restaurar la confianza empresarial, el mandatario adoptó una serie de medidas, como reemplazar los directorios de las empresas estatales económicamente claves que estaban involucrados en el esquema de corrupción de Zuma. También nombró a un tecnócrata como ministro de Finanzas y removió a los aliados de Zuma del gabinete. Asimismo, aseguró compromisos de inversión por miles de millones de dólares por parte de China y países del Golfo.
Esto impulsó la confianza, pero el optimismo se ha desvanecido a medida que las reformas estructurales no se implementan lo suficientemente rápido, y por el impacto de la guerra comercial y las turbulencias en otros países en desarrollo.
La incertidumbre sobre las regulaciones en partes clave de la economía, en especial en el sector minero, también han pesado sobre el optimismo.
Ahora, Sudáfrica quedó en el fuego cruzado de las crisis en Turquía y Argentina, cuyas monedas se han desplomado este año.
Turquía y Brasil: los otros focos de debilidad
La volatilidad de los emergentes tiene elementos comunes: países con vulnerabilidades internas que quedaron expuestas con la reciente apreciación del dólar a nivel global.
En el caso de Turquía, la desconfianza en el manejo económico de las autoridades se agravó cuando el presidente Recep Tayyip Erdogan se declaró "enemigo" de las tasas de interés altas, lo que fue interpretado como una intervención en la política monetaria.
La crisis escaló cuando nombró a su yerno, Berat Albayrak, como ministro de Hacienda del país, pero terminó de estallar cuando el presidente de EEUU, Donald Trump, impuso sanciones contra Ankara para intentar obligar al país a liberar a Andrew Brunson, un pastor estadounidense.
La lira ha perdido 40% de su valor frente al dólar este año y la inflación está sobre el 15%, lejos de su meta oficial de 5%.
Brasil, por su parte, enfrenta elecciones presidenciales el 7 de octubre sin un panorama claro. Las encuestas son lideradas por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien se encuentra en la cárcel condenado por corrupción. Le sigue Jair Bolsonaro, un excapitán de Ejército de extrema derecha.