¿Más Europa o menos Europa? La UE busca su camino después del Brexit
El próximo será un año clave para la Eurozona. El proyecto perderá a uno de sus miembros más importantes y el auge del populismo en las elecciones del parlamento europeo podría impulsar a tomar un camino arriesgado de reformas.
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Cuando los relojes marquen la medianoche del 29 de marzo de 2019, la Unión Europea vivirá uno de los momentos más traumáticos de su historia. Con acuerdo o no sobre cómo será su relación a futuro, Reino Unido dejará de ser parte del bloque al que se unió en 1973, cuando la UE era recién un proyecto en formación (ver recuadro).
En las últimas semanas, sin embargo, los líderes y funcionarios de la UE se han esforzado por proyectar la imagen de que el problema es de los ingleses. Son ellos los que se van, los que pierden por dejar de ser parte de un mercado único de 500 millones de personas. Eso es cierto. Pero no se trata solo de un problema de los ingleses y del gobierno de Theresa May. El problema también es para la UE.
El Brexit, como se conoce al proceso de salida de Reino Unido, ha dejado en evidencia el malestar que consume a millones de europeos y un creciente rechazo a entregar más poderes a las instituciones asentadas en Bruselas.
En el último Eurobarómetro sobre el estado de la UE, publicado a mediados de octubre por el Parlamento Europeo, la mitad de los consultados afirmó que el bloque "avanza en dirección equivocada" y en siete de los 28 miembros la mayoría no piensa que ser parte de la UE sea algo "bueno" (ver gráfico). Para el think tank Open Europe, el que en varios países comience a ganar terreno una visión negativa de la participación en la UE debería ser una señal de alarma suficiente para que los líderes del bloque aceleren las reformas.
En una región donde la tasa de desempleo promedio sigue en torno al 7%, con realidades tan distintas como la de Grecia (19,1% de desocupación) y Alemania (3,4%), es difícil ponerse de acuerdo respecto a qué tipo de reformas se necesitan. Eso explica que desde que los miembros de la UE, asustados tras el referéndum por el Brexit en 2016, anunciaran el inicio de reformas al bloque, aún no haya un acuerdo respecto a qué cambios se implementarán.
La UE ya ha demostrado antes que movilizar y alinear a los diferentes gobiernos y sus intereses puede tomar meses, sino años. Por ejemplo, aunque la crisis migratoria comenzó en 2014 y desbordó en 2015, recién en junio pasado los miembros de la UE alcanzaron un vago acuerdo sobre cómo manejar el flujo de migración irregular y refugiados.
Mientras tanto, una región aún golpeada por la crisis de Grecia y del euro comenzó a alimentar el resentimiento y con él a grupos políticos nacionalistas. Suecia, conocida por su política migratoria, ha visto convertirse a los demócratas suecos en la segunda fuerza política del país.
En Alemania, donde la derecha y la identidad nacional es un tabú, Alternative für Deutschland logró llegar al Bundestag. En Italia, partidos nacionalistas de derecha e izquierda han formado un gobierno de coalición para desafiar directamente a Bruselas.
Para Kevin Koerner, analista de política europea de Deutsche Bank Research, si hay una gran amenaza para la UE es el auge del populismo. Un fenómeno que dará muestra de su fuerza en las próximas elecciones para el Parlamento Europeo, en mayo de 2019, para cuando Koerner pronostica que los partidos europeístas de centro perderían unos 84 asientos, a favor de partidos euroescépticos.
"Mucha gente aquí en Bruselas cree que se debería adoptar una postura dura frente a Reino Unido y hacerle difícil el irse, para que otros países no busquen lo mismo. Pero la respuesta no es esa. Lo que hay que hacer es que sea atractivo seguir siendo parte de la UE", afirma Pieter Cleppe, director de Open Europe en Bruselas.
El think tank es un crítico de la estructura política y de gobierno de la UE. Al igual que Open Europe, analistas de izquierda y derecha coinciden en que la UE se ha convertido en un entramado de instituciones poco democráticas, cada vez más ajenas a los ciudadanos. Las decisiones las toman la Comisión y el Consejo europeos, y mucho en la práctica el BCE, pero las únicas autoridades por las que los ciudadanos pueden votar son los miembros del parlamento europeo, una institución vista como carente de iniciativa y verdadera influencia. Esto explica los bajos niveles de participación electoral, que ha pasado del 59% a 42% desde la firma del Tratado de Maastricht.
El desencanto
Koerner considera que hay tres factores principales detrás del auge del populismo antieuropeo: la crisis de la eurozona, la crisis migratoria, y, en último término, una demanda de mayor soberanía.
En el caso de la crisis del euro, desatada por el default griego, la UE quedó dividida entre los países que pagaron el rescate (centro-norte) y aquellos que recibieron el auxilio de la UE y el BCE, pero que se sienten víctimas de medidas draconianas de disciplina fiscal, impuestas desde el exterior. De hecho, el economista jefe de Berenberg, Holger Schmieding, acusa que la UE ha sido usada como un chivo expiatorio por gobiernos de países con problemas económicos, para restar responsabilidad de sus malas políticas domésticas.
La masiva llegada de refugiados en 2005, que atrajo a más de un millón de personas al bloque, muchas de ellas desde Siria, otros migrantes de África y Medio Oriente, desató una división diferente. Los países fronterizos demandan que los otros miembros del bloque también asuman los costos, económicos y sociales, de la llegada de los migrantes. Países como Reino Unido, Austria, Alemania y Suecia reclaman más control en las fronteras. Mientras los miembros del este se rehúsan a acoger migrantes, principalmente musulmanes, árabes y africanos, por considerar que ponen en peligro la identidad cristiana de sus países.
Para unos y otros la crítica es similar: la UE ha hecho un mal manejo de estas crisis. Mientras tanto, sus organismos de gobierno se concentran en regular diversas áreas de la vida cotidiana desde el uso de los subsidios eléctricos, la calidad del agua y categorías de importación y venta de frutas como las bananas.
Uno de los principales argumentos de los defensores del Brexit es que el país, como miembro de la UE, no puede controlar su policía migratoria ni comercial. El argumento ahora también es la bandera de lucha del gobierno italiano y se repite en las filas de los partidos nacionalistas.
"La creciente presión es por responder a la pregunta sobre cuánto debería decidir Bruselas y cuánto los gobiernos", explica Koerner.
Para Cleppe la respuesta es simple. Para fortalecer su imagen entre los ciudadanos, la UE debería dejar las regulaciones a los estados y concentrarse en los temas macro y que son cercanos a la gente: la política migratoria, la política medioambiental, etc.
Una mejor Europa
Pero hasta ahora las principales propuestas de reformas, algunas lideradas por el presidente francés, Emmanuel Macron, van en la dirección contraria. En lugar de devolver más poder a los gobiernos locales, las reformas propuestas apuntan a profundizar la unión fiscal de los miembros de la Eurozona y dar más facultades a la Comisión y el Consejo.
Al igual que Cleppe, el investigador holandés Adriaan Schout no cree que la respuesta para los problemas de la UE sea "más Europa", con el fin de crear "los estados federados de Europa", como proponen algunos. Una idea que, además, ya fue rechazada por franceses y holandeses en los referéndums de 2005 contra la adopción de una constitución europea. Para Schout, jefe de investigación para Europa en el Instituto Holandés de Relaciones Internacionales, la respuesta es mejorar la estructura actual y no poner la UE bajo tensión al someterla a un proceso de negociación para imponer una figura federal que no tiene el apoyo mayoritario de los ciudadanos.
1992
febrero
Nace un gigante con más de 500 millones de personas
Cuando Diario Financiero lanzó su primera edición, Europa estaba en pleno proceso de transformación. Doce países del occidente europeo formaban las tres comunidades económicas que sirvieron de base para la creación de la Unión Europea actual. Un año después, en noviembre de 1989, la caída del Muro de Berlín y el siguiente colapso del comunismo permitió la expansión del bloque hacia el este. Si bien surgió como una respuesta tras las dos guerras mundiales que asolaron el continente, la Unión Europea adoptó su forma y concepto actual con la firma del Tratado de Maastricht en 1992. Desde entonces, la UE, con más de 500 millones de personas, ha pasado de 12 a 28 miembros, adoptó el libre tránsito de personas y trabajadores, implementó un bloque con su propia moneda (el euro) y creó todo un aparato jurídico y político que hoy está bajo cuestionamiento.
Sin duda, la consolidación de la Unión Europea ha sido uno de los hitos internacionales más importantes en los últimos 30 años de historia, de los que Diario Financiero ha sido testigo. Hoy la UE es el tercer socio comercial de Chile y representa el 14% de la balanza comercial del país.