La tormenta que empujó a Bachelet a dar el golpe en el peor momento que enfrenta su gobierno
Como era un hecho que los magros resultados de la encuesta CEP aumentarían la presión para hacer un cambio, la Presidenta optó por adelantarse, mostrando que tenía tomada la decisión de enmendar el rumbo de su gestión.
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La situación había llegado al límite. Desde comienzos de la semana, especialmente cuando el episodio de los informes del ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, comenzó a enredarse, no había dos opiniones en cuanto a que la única forma de enfrentar la crisis de confianza, era con un fuerte golpe de timón de la presidenta Michelle Bachelet.
Fue lo que hizo. Pero ni siquiera quienes afirmaban con cierta certeza que era una decisión que la mandataria tenía prácticamente tomada al menos desde el martes, imaginaron el momento ni la forma en que se concretaría.
Considerando el panorama que enfrentaba el gobierno, el anuncio que hizo el miércoles en la noche cuando informó que le había pedido la renuncia a la totalidad de su gabinete no fue tan sorprendente, aunque sí la oportunidad que eligió. Tanto es así que después de aparecer en el programa de Don Francisco, de inmediato se recordó que hace menos de un mes, cuando en TVN se le preguntó por el cambio de ministros, su respuesta no descartó que lo estuviera pensando, aunque precisó que nunca lo haría en una entrevista.
Pese a ello, Bachelet consideró que ésta era la ocasión, aunque no necesariamente porque tuviera listo el diseño de su equipo, puesto que simultáneamente manifestó que se daría 72 horas para conformarlo, lo que no fue tan bien recibido como el anuncio de cambiar al gabinete, porque podía implicar una suerte de paralización del país durante tres días. En esa línea, lo más cuestionado fue la situación en que quedaba el canciller Heraldo Muñoz, en medio de los alegatos en la Haya, al punto que desde La Moneda lo primero que se debió aclarar fue que él estaba confirmado.
La duda, entonces, es por qué el apresuramiento si, como ella misma afirmó, no había tenido el tiempo para decidir quiénes se quedarían o abandonarían sus cargos.
La razón de su determinación, de acuerdo a lo que se afirma tanto en La Moneda como en el mundo político, habría sido que la Presidenta no quiso esperar más luego de conocer los resultados de la encuesta Adimark, donde aparecía tanto ella como el gobierno con baja adhesión y altos grados de rechazo, a lo que se sumaba que el día siguiente aparecería el sondeo del CEP confirmando el peor momento del gobierno.
Como era un hecho que los magros resultados del CEP aumentarían la presión para que Bachelet asumiera que no podía seguir sin tomar alguna decisión, optó por adelantarse mostrando que asumiría su liderazgo para enmendar el rumbo del gobierno.
El factor Peñailillo
En momentos en que los cuestionamientos a Peñailillo aumentaban al mismo ritmo que se iban conociendo más antecedentes acerca de sus polémicos informes a la empresa de Giorgio Martelli, las dos encuestas dieron cuenta de que el fenómeno que más afecta a la propia mandataria como a su gobierno, es la falta de credibilidad que experimenta caídas importantes.
Un problema que se asumió que era serio, porque indica que más que los escándalos en sí mismos, como pudo haber sido el caso Dávalos o ahora el de las boletas a SQM, lo que ha mermado la confianza en las autoridades es que no se les creen sus explicaciones, como ocurrió con la Presidenta cuando afirmó que se había enterado de la situación de su hijo por la prensa, que ahora es lo que sucede con las respuestas que ha dado el ministro del Interior para justificar sus boletas e informes.
Es por eso que nadie desconoce que factor Peñailillo habría sido determinante para gatillar el anuncio presidencial con el que golpeó en Canal 13. Es cierto que Bachelet no lo explicitó en la entrevista, pero lo dio a entender claramente emocionada, al limitarse a responder la pregunta de si él se iba, que había ella tomado la decisión de cambiar a sus ministros.
Es que tal como admiten desde La Moneda, lo que confirman incluso cercanos al propio ministro, su performance llegó a un límite que impidió que pudiera afirmarse, luego de que con su arremetida dando a conocer parte de los informes - que incluso después sugirieron un plagio- no hizo sino aumentar el problema de credibilidad en el gobierno.
Lo que más se le cuestionó fue el intento por defenderse solo, dando explicaciones que en cosa de horas eran desmentidas, sin medir el efecto que ello podría producir, con lo que de paso mostró falta de experiencia para manejar situaciones complejas.
En un cuadro en que continuaban apareciendo informaciones que lo comprometían, como las boletas entregadas a la empresa de Harold Correa durante la recta final de la campaña, fue quedando claro que su situación era imposible, porque seguiría permanentemente conminado a dar explicaciones en cada oportunidad que se enfrentara a la prensa, lo que atentaba contra el ejercicio de su cargo.
Quienes conocen a Bachelet o saben lo que ha estado pensando últimamente, indican que ella tenía claro el problema, sin perjuicio de lo que podía costarle, especialmente en lo humano, deshacerse de quién es considerado su hijo político.
Pero como ella misma afirmó, su cargo no está para ese tipo de consideraciones, por lo que, pese a que además la salida de Peñailillo implica un fracaso en la apuesta por una generación de recambio que hizo con él, las circunstancias no permitieron otra opción.
Horas de incertidumbre
Es sabido que, fiel a su estilo, la presidenta Bachelet tomó su decisión en solitario, la que sólo compartió con su jefa de gabinete Ana Lya Uriarte -que en el último tiempo es de las figuras más empoderadas de su equipo- además de su jefa de prensa Haydeé Rojas, porque incluso los ministros, entre ellos el propio Peñailillo, solo se enteraron a última hora, poco antes de que Bachelet partiera al canal.
Es por eso que, fuera de la segura partida del jefe de gabinete, o la confirmación del canciller Muñoz, es poco o nada lo que se sabe, aunque sí mucho lo que se especula.
En primer lugar se da por sentado de que si efectivamente lo que busca Bachelet es un golpe que tenga efecto, el cambio abarcaría a todo el equipo político de La Moneda, que es el encargado de la cuestionada conducción del gobierno. Por eso se presume que también abandonarían sus cargos, tanto la ministra de Segpres, Ximena Rincón - quién no logró posicionarse como se esperaba en la relación con el Congreso- como el vocero Álvaro Elizalde, quien considerado dupla con Peñailillo, se ceñía a libretos que en el último tiempo perdieron toda credibilidad.
Por el contrario, entre quienes se estima que se mantienen firmes, está el ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre – quien está a cargo de una de las reformas emblemáticas como lo es la educacional - el de Energía, Máximo Pacheco, por estar bien evaluado, al punto que podría ser biministro, o Javiera Blanco, que es responsable de la reforma laboral, aunque también se la menciona como vocera.
Entre los otros ministros más importantes del gabinete, existe la duda de qué pasará con el titular de Hacienda, Alberto Arenas, aunque todo indica que la Presidenta optaría por mantenerlo, porque aparte de la cercanía que tiene con él, ella misma respaldó la gestión económica en el mismo programa.
Lo que genera más incertidumbre es quién podrían llegar a Interior, donde el único indicio que ha dado Bachelet es que no recurriría a quienes no estén completamente comprometidos con sus reformas, lo que excluiría a personeros identificados solo con la antigua Concertación que han sido críticos de algunos aspectos del proceso reformista.
En este contexto, entre lo que se especula es que podría haber un enroque, que harían que el actual ministro de Defensa, Jorge Burgos fuera nominado como cabeza del gabinete, luego de que no prosperaran otros nombres como el del diputado DC Aldo Cornejo. En todo caso, existe la idea de que Bachelet mire al Congreso para conformar su nuevo equipo, con parlamentarios que o han tenido cargos en el gobierno, o han sido considerados en otras ocasiones. Tampoco se descarta que recurra a figuras menos conocidas, que podrían ser algunas del perfil de integrantes de la Comisión Engel, dado el reconocimiento de Bachelet al trabajo que realizó ese grupo.
Pero a estas alturas, en que solo corren horas de incertidumbre, nada parece estar completamente definido, aunque tampoco puede saberse con certeza dado el hermetismo con que actúa Bachelet e impone a quienes confidencia sus decisiones.
Como sea, la apuesta de quienes están atentos al proceso, es que nomine a un equipo que tenga la suficiente potencia como para poder realizar una gestión que le permita iniciar con fuerza la segunda fase de su mandato, lo que implicaría empoderarlo para que incluso puedan reordenarse las prioridades de la agenda, de manera que logre recuperar la confianza en el gobierno, que la ciudadanía no ha perdido solamente después de los últimos escándalos.